África es un continente de posibilidades y grandes riquezas. Los capitales extranjeros han puesto el ojo a sus proyectos y se han lanzado a acompañarlos en sus desarrollos, para bien y para mal. La energía es un foco de tensión en estos países de África: por un lado la explotación de petróleo y gas, por parte de empresas estadounidenses y grupos financieros y por el otro, los planes competitivos de Europa en convertirse en el primer proveedor de hidrógeno verde en esa región.
Durante la cumbre del clima COP27 en Egipto 2022, varias organizaciones ambientalistas enviaron mensajes de alerta y a la vez de repudio, por las apetencias manifiestas de países occidentales en explotar sus reservas de combustibles fósiles. Entonces grupos de activistas aseguran que otro tipo de “colonialismo”, esta vez energético, parece estar de vuelta en África.
Sin embargo, el péndulo recae ahora del otro lado, con el hidrógeno verde. La UE considera que esa energía es una forma rentable de reducir las emisiones, especialmente en industrias que son difíciles de descarbonizar, como la aviación y el transporte terrestre pesado.
Si bien la industria europea está en fase de iniciación, las esperanzas de lograr objetivos a corto plazo se basan en gran medida en la producción en el extranjero. Los países, especialmente en África del Norte y Subsahariana, se han sentido atraídos por la oportunidad del sector para inversiones y nuevos empleos, dijeron analistas.
Pero los expertos advirtieron que el entusiasmo esconde riesgos significativos. Los incentivos incorporados en las regulaciones de la UE significan que el aumento masivo de las exportaciones de hidrógeno verde podría consumir la mayor parte de la electricidad renovable en los países en desarrollo. A expensas de las poblaciones locales.
Esto sería un problema para países como Namibia, uno de los principales socios de hidrógeno de la UE, donde poco más de la mitad de la población tiene acceso a la electricidad.
Para Godrje Rustomjee, analista de African Climate Foundation, los países deben encontrar el equilibrio adecuado entre las necesidades internas, el cuidado medioambiental y de biodiversidad y el potencial de exportación. De lo contrario, dice, el riesgo es que en África. hidrógeno verde se convierta en «otro proyecto neocolonial».
“Hay una posibilidad real de que países extranjeros entren con inversión directa. Pero todos los beneficios y valor agregado terminan siendo extraídos y enviados a Europa”, sostiene Rustomjee.
Asimismo, Marta Lovisolo, analista de hidrógeno en Bellona, señala que el riesgo de que los países en desarrollo desvíen recursos hacia la producción para exportar es «extremadamente alto».
“El hidrógeno verde es algo que Europa quiere desesperadamente. Y los países en desarrollo podrían potencialmente producir en masa para un mercado lucrativo”, observa. “Al igual que sucedió con los combustibles fósiles, los países parecen dispuestos a jugárselo todo. A convertirse en exportadores sin que se les den las garantías necesarias”.
A pesar de ser una fuente de energía casi inexistente en la actualidad, el hidrógeno verde se ha convertido en la piedra angular de los planes de descarbonización de Europa. Este hidrógeno se produce principalmente a través de la electrólisis, un proceso que separa el agua en hidrógeno y oxígeno. Utilizando electricidad generada a partir de fuentes renovables.
El bloque se ha fijado el objetivo de alcanzar una producción nacional anual de 10 millones de toneladas de hidrógeno renovable para 2030 e importar la misma cantidad. Es una tarea difícil, considerando que el año pasado la capacidad de producción mundial de hidrógeno verde fue de 109 kilo toneladas. Una fracción de lo que la UE quiere lograr.
La mayor parte del hidrógeno se crea actualmente utilizando combustibles fósiles. Alrededor de las tres cuartas partes se deriva del gas metano y una cuarta parte del carbón. El hidrógeno verde es más caro de producir y representa menos del 1% de la producción mundial total.
Para alimentar su ambición, la UE está invirtiendo miles de millones de euros en el sector. Junto con las inversiones en el desarrollo de la capacidad nacional, se están comprometiendo fondos para asociaciones con futuras naciones exportadoras.
La UE ha firmado acuerdos con una serie de países, incluidos Egipto, Kazajstán, Marruecos y Namibia. Las asociaciones se anuncian como una situación en la que todos ganan, refiere Climate Home News.
La Comisión también ha establecido recientemente las normas sobre hidrógeno renovable. Entre varias disposiciones, incluye un criterio para el desarrollo de electricidad renovable llamado ‘adicionalidad’.
En el futuro, los productores de hidrógeno deberán asegurarse de que solo se utilice la nueva capacidad de generación de electricidad renovable para producir hidrógeno verde.
Esto es para garantizar que la producción de hidrógeno no elimine la energía renovable existente de la red. Esto podría aumentar la dependencia de los combustibles fósiles en otros lugares.
La adicionalidad se puede lograr conectando directamente un parque solar o eólico a una instalación de producción de hidrógeno. O mediante acuerdos de compra con generadores de energía limpia.
Pero los legisladores europeos han incluido una cláusula de introducción gradual para acelerar la industria con la esperanza de cumplir sus objetivos para 2030. Cualquier instalación de hidrógeno verde que inicie su producción antes de 2028 estará exenta de las reglas de adicionalidad durante los siguientes diez años, hasta 2038.
Los analistas dicen que las reglas han desencadenado una carrera entre las naciones exportadoras para cumplir con la fecha límite de 2028. Namibia, por ejemplo, espera comenzar a exportar hidrógeno verde en 2026, aunque los expertos creen que esto será muy difícil de lograr.
Maria Pastukhova, asesora principal de políticas de E3G, dice que las reglas permiten que los proyectos de hidrógeno verde «canibalicen» la infraestructura existente de África con el fin de exportar la producción.
“Para muchos países, especialmente en África, esta energía es necesaria en el hogar, donde las redes deben descarbonizarse. O los ciudadanos locales no tienen acceso a la electricidad”, agrega.
Solo el 56 % de los namibios tenía acceso a la electricidad en 2022. La nación importó entre el 60 y el 70 % de su demanda de electricidad. La mayor parte procedente de fuentes de combustibles fósiles.
La nación del sur de África, en particular, está compitiendo para convertirse en el primer centro exportador de hidrógeno verde del continente. Pero enfrenta un contexto de alto desempleo y una de las economías más desiguales del mundo, según el Banco Mundial.
El presidente de Namibia, Hage Geingob, ve el hidrógeno verde como un «motor de crecimiento» que hará del país una economía industrializada y creará una gran cantidad de empleos.
“Gracias a nuestros esfuerzos nacionales de hidrógeno verde, Namibia sigue estando bien posicionada para convertirse en un importante proveedor de energía limpia y verde para el mundo”, señaló en la COP27.
En 2021, el gobierno de Namibia comenzó a presentar su propuesta a los líderes europeos, atrayéndolos con la promesa de suministrar hasta tres millones de toneladas de hidrógeno renovable cada año.