Los humedales se encuentran entre los ecosistemas más amenazados del planeta. Tan sólo en el último siglo han desaparecido alrededor del 70 % de ellos. Siendo en muchos casos la sobreexplotación de los acuíferos su principal amenaza, tal y como está ocurriendo actualmente en el Parque Nacional de Doñana.
Doñana representa el que probablemente sea el humedal más importante de Europa occidental. El parque debe su importancia tanto a sus marismas, que acogen miles de aves acuáticas, como a sus lagunas, que albergan un gran número de especies singulares, endémicas y amenazadas.
Desde hace más de 20 años, numerosos investigadores venimos advirtiendo del riesgo ambiental que supone el desmesurado crecimiento urbanístico y agrícola ocurrido en los alrededores del Parque Nacional de Doñana.
Aunque el Gobierno andaluz aprobó en 2014 el Plan Especial de Regadíos de la Corona Forestal de Doñana, que pretendía eliminar las captaciones ilegales de agua para proteger el ecosistema, nunca se llegó a poner en marcha.
Por eso, la reciente propuesta de ley para ampliar los regadíos en sus inmediaciones preocupa a la comunidad internacional.
La Comisión Europea amenaza ahora con llevar a España de nuevo ante el Tribunal de Justicia de la UE, que ya condenó al país en 2021 por no adoptar las medidas adecuadas para proteger los hábitats de Doñana. Alemania, principal importador de la fresa de Huelva, incluso ha decidido enviar una delegación para conocer la situación.
La mayoría de las lagunas que existen en Doñana son temporales, es decir, se secan en verano. Esto hace que alberguen una flora y fauna muy especializada, con numerosas especies acuáticas que han evolucionado para resistir periodos secos. Por eso se encuentran catalogadas como hábitats de conservación prioritaria en la Unión Europea.
Las lagunas se encuentran sobre un manto de arenas muy permeables, formando un acuífero que cubre un área aproximadamente cinco veces mayor a la superficie del parque. Este acuífero se recarga con las lluvias. Las cuales, al elevar el nivel freático, alcanza la superficie e inunda vastas extensiones del parque. De este modo, el buen funcionamiento de todo el sistema de lagunas requiere que las aguas subterráneas se encuentren próximas a la superficie.
La gran abundancia (más de 3 000 cuerpos de agua) y diversidad de lagunas asegura que, tanto las especies con ciclos de vida más cortos como aquellas que requieren de lagunas con largos periodos de inundación, puedan desarrollarse cada año.
Hay también en Doñana un escaso número de lagunas permanentes que funcionan como refugios de especies durante los secos veranos, al mismo tiempo que son el hábitat de especies estrictamente acuáticas que de otro modo no sobrevivirían aquí; como los peces. Todo ello contribuye a aumentar la riqueza del sistema.
A pesar de la creación y protección integral del parque en 1969, se han producido en sus alrededores grandes transformaciones que han tenido consecuencias en el estado de conservación del acuífero.
Por un lado, en los años 70 se inició la construcción de una urbanización turística costera que hoy día ocupa más de 360 ha y se abastece de aguas subterráneas mediante estaciones de bombeo situadas a menos de 1 km de las principales lagunas del parque. Además, en el año 2000 se puso en funcionamiento en esta urbanización un campo de golf.
Por otro lado, durante los últimos 30 años se ha producido un gran crecimiento del cultivo de frutos rojos en invernadero a lo largo de toda la corona norte del parque, que abastece de frutos rojos a España y Europa, y que ha adquirido una gran importancia socioeconómica en los municipios colindantes.
El agua empleada en estos cultivos procede también del acuífero. Es imposible estimar el volumen de las extracciones porque, aunque existen concesiones legales de agua, hay también multitud de captaciones ilegales que no están sometidas a control.
La mayoría de las lagunas de Doñana son someras, y un descenso mayor a uno o dos metros significa que una laguna se convertirá en una pradera colonizada por pinos y matorral.
La red de vigilancia de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha permitido observar que 13 de las 14 zonas en las que se subdivide el área muestran tendencias descendentes en los niveles del acuífero. En algunos puntos esa bajada es de más de 20 metros respecto al periodo más seco conocido anteriormente (1995). Esto ha llevado a declarar de forma oficial la sobreexplotación del acuífero, considerándose que tres de las cinco masas que lo componen están en riesgo.
En un estudio reciente hemos analizado las tendencias que presenta el sistema de lagunas de Doñana mediante el uso de imágenes de satélite. En él determinamos la duración y extensión de la inundación para cada laguna de un tamaño mayor a 900 m² desde 1984 a 2018.
Así, hemos observado que el 59 % de las lagunas de Doñana no se inundan desde, al menos, el año 2013. Es más, al ir disminuyendo la frecuencia de su inundación, las cubetas han sido colonizadas por vegetación puramente terrestre, como el matorral y el pinar.
Asimismo, aunque la precipitación y la temperatura ambiental guardan una estrecha relación con las lagunas, no explican por qué entre el 80 % y el 83 % de ellas se están inundando menos y por menos tiempo del que explica la climatología anual. Las extracciones de agua son las causantes de esta anomalía. Eso explica por qué el deterioro generalizado de todo el sistema de lagunas afecta de forma más acusada a las lagunas más próximas a la urbanización de Matalascañas y a las zonas de cultivos.
La superficie máxima inundada de las lagunas se ha visto reducida en un 70 % debido al incremento de la superficie de cultivos. El abastecimiento de la urbanización costera ha desecado completamente las lagunas más próximas. Se aprecia también un efecto importante asociado al funcionamiento el campo de golf.
Todas estas tendencias de deterioro se agravan en un periodo de sequía como el actual. La recarga natural del acuífero se reduce al disminuir las lluvias y aumentar las extracciones al necesitar los cultivos mayor cantidad de agua.
De este modo, las lagunas consideradas permanentes se comportan ya como temporales. Ya solo quedaba una gran laguna, la de Santa Olalla, que se secó por completo el verano de 2022. Las demás lagunas, las temporales, ni siquiera se han llenado este año. Incluso los grandes alcornoques centenarios, que se encuentran en sus proximidades, han muerto. El sistema, que en décadas pasadas fue capaz de recuperarse de periodos intensos de sequía, no parece capaz de resistir las presiones actuales.
Doñana se encuentra en una situación crítica. Y, como tal, requiere medidas urgentes. Han pasado muchos años sin que, a pesar de saberse el impacto continuado que estaba sufriendo, se controlaran las extracciones del acuífero.
La aprobación del plan de la corona forestal suponía un respiro que, al menos en apariencia, mostraba el compromiso de la Administración con la conservación del parque. La realidad es que el nombre de Doñana se usa ahora como excusa para enfrentamientos políticos y, de nuevo, surgen demoras para actuar ante la dramática situación en la que se encuentra el acuífero, las lagunas, la fauna y la flora de Doñana.
Miguel de Felipe Toro, investigador predoctoral en Ecología de Humedales, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC); Carmen Díaz-Paniagua, investigadora del Departamento de Ecología y Evolución, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) y David Aragonés Borrego, técnico especialista SIG y Teledetección alumno de doctorado en Geografía, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.