Encontraron 15 ballenas francas muertas en las costas sureñas de Argentina. Las imágenes difundidas por varias organizaciones de protección de animales muestran a los nobles mamíferos marinos boca arriba, en aguas poco profundas y en las orillas de playa.
La primera fue hallada el 24 de septiembre en las aguas de la provincia de Chubut, informó el Instituto de Conservación de Ballenas. Desde entonces más muertes han ocurrido en forma sostenida en Punta Pardelas, en el golfo Nuevo de la península Valdés. En la zona, la ballena franca posee su hábitat natural. Se reproduce y cuida sus crías durante la primavera austral.
A primera vista no presentaban signos de violencia, como choques con grandes embarcaciones. Ni se comprobó que las muertes fuesen causadas por la ingesta de descartes de los barcos (como mallas de pesca o cajones), o de plástico. Se comprobó que estaban bien alimentadas.
Agustina Donini, coordinadora de campo del programa que monitorea el bienestar de las ballenas, declaró que desde distintas fuentes han recibido reportes de ballenas francas adultas y juveniles muertas, todas en el golfo Nuevo y en condiciones similares. Hasta el 7 de octubre hay confirmación de 15 casos en total. No descartamos que puedan sumarse otros casos en los próximos días”, señaló.
Mariano Sironi, director Científico del ICB y codirector del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral, dijo que en las primeras investigaciones se precisó la muerte de 11 las hembras. Varias en estado de amamantamiento de sus crías. Por tanto, se espera que puedan aparecer ballenatos sin vida al no poder alimentarse con leche materna, indicaron los expertos.
La principal hipótesis de las muertes de las ballenas es que hayan ingerido la denominada “marea roja” una toxina producida por una especie de algas. En estos momentos afecta a bivalvos y mariscos.
“Hemos recolectado muestras de órganos, tejidos y fluidos de las ballenas. Tratamos de detectar la presencia de biotoxinas. Sería la posible causa de muerte de estas ballenas por la intensa floración algal y elevados niveles de biotoxinas detectadas en plancton y bivalvos de la zona”, dijo Marcela Uhart, codirectora del PMSBFA.
El fitoplancton está compuesto por microalgas. La mayoría es inocua, pero algunas producen biotoxinas naturales. También algunas especies de hongos son venenosos. En condiciones ambientales apropiadas, que incluyen temperatura adecuada, horas de luz en aumento, y la presencia de nutrientes en el agua, las algas pueden reproducirse velozmente. Cuando son tóxicas generan “floraciones algales nocivas”, conocidas como “mareas rojas”, porque algunas dan esta coloración al agua.
Mariano Sironi agregó que las actividades humanas tienen un efecto directo en la ocurrencia de las floraciones algales nocivas costeras. Las algas se ven favorecidas por el aumento de la temperatura del mar por el calentamiento global. Sumado al exceso de nutrientes (eutrofización) que llegan a los cuerpos de agua, entre otras vías, por el vertido de efluentes cloacales e industriales no tratados. Y, sobre todo, por los fertilizantes que desde los campos hacia los ríos y el mar que aportan nitrógeno, fósforo y otros elementos que las algas utilizan. «Un fenómeno que se está acentuando a nivel mundial” y cuyo mejor ejemplo es el caso del Mar Menor, en España.
Globalmente, las floraciones algales nocivas causan la muerte de muchas especies, incluso de personas. Los eventos de mortalidad de fauna marina por la marea roja se han documentado en aves y tortugas marinas. En cuanto a mamíferos marinos, han afectado particularmente a pinnípedos como el lobo marino de California. Los eventos en grandes ballenas, como los reportados en las aguas de Argentina, son raros. El mayor de estos casos registrado hasta la fecha afectó a más de 300 ballenas en el sur de Chile en 2015.
Un trabajo reciente alerta que el registro de toxinas producidas por algas en la plataforma patagónica se ha incrementado abruptamente en los últimos 40 años. Entre 2006 y 2018 fue 5 veces mayor, con 638 reportes, que entre 1980-1992, cuando hubo 124 reportes. En la última década también aumentó la diversidad las especies afectadas. Es mayor la cantidad de algas que producen estas biotoxinas.
Las ballenas francas de Península Valdés están expuestas regularmente a estas toxinas. Estudios realizados por investigadores de varias universidades y organizaciones han documentado evidencias de toxinas paralizantes y de ácido domoico (toxina amnésica) en tejidos de ballenas muertas. También han demostrado que las neurotoxinas son producidas por las floraciones algales y afectan la función adrenal del metabolismo de las ballenas.
Si bien las aguas de la Península Valdés, Argentina, son una zona de cría y reproducción de ballenas francas, también vienen a esta zona para alimentarse de copépodos, cuando comienza la primavera. Las primeras observaciones durante las necropsias concluyeron que los cetáceos comieron antes de morir.
Al no encontrarse signos de lesiones traumáticas por enmallamientos o colisiones, y teniendo en cuenta el buen estado corporal de los individuos, la hipótesis que continúa en análisis es que al alimentarse del zooplancton ingirieron estas biotoxinas y murieron intoxicadas. Los resultados de laboratorio podrían confirmar esta hipótesis.
La población de ballenas francas de Península Valdés se encuentra en buen estado de conservación. Aumenta cada año y es considerada “de preocupación menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Por tanto, es probable que su dinámica a gran escala no se vea afectada la actual marea roja, si se mantiene restringido y no es recurrente cada año.
“La muerte de ballenas adultas reproductoras, sanas y en buen estado confirma que las ballenas son centinelas de la salud del mar. Las ballenas alertaron sobre un problema muy grave que está pasando desapercibido. En casos como éste, la rápida veda del consumo de bivalvos son claves para evitar impactos mortales en la salud de las personas.
«Debemos tener un compromiso más activo y más responsable ante nuestra relación con el mar y con las especies que lo habitan. Las ballenas y nosotros merecemos un océano más sano y libre de amenazas”, concluyó Sironi.