El uso del poderío armamentista ruso contra Ucrania, atenta contra la vida de sus gentes y apaga la fuerza de ese país. La aventajada artillería que dispone Putin en su guerra absurda e injustificable retumba en los confines de la tierra y se reproduce en forma de crisis humanitaria, energética, alimentaria y ambiental.

Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times, asegura que así como dos tercios de los habitantes del planeta pueden seguir el conflicto en sus teléfonos inteligentes, prácticamente todos los habitantes de la Tierra –humanos, animales y plantas– han sido o serán afectados por esta guerra geopolítica y, más importante, ambiental.

Asoma que la mejor manera de apreciar el impacto al medio ambiente derivado de la acción militar es hablando con personas que viven en algunos de los ecosistemas más remotos del mundo. “Me refiero a las comunidades indígenas que residen en lo profundo y protegen los bosques que quedan en el mundo. En particular los megabosques libres de rutas, líneas eléctricas, minas, ciudades y agricultura industrial», subraya

Estos bosques intactos –desde los de las cuencas de los ríos Amazonas y Congo hasta los de Canadá, Rusia y Ecuador– son el sistema de soporte vital del mundo. Absorben miles de millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera, generan oxígeno, filtran agua dulce para beber y, en general, fortalecen la resiliencia humana frente a las presiones del cambio climático.

«Estos bosques y sus pueblos indígenas estaban bajo la presión de las fuerzas económicas globales, pero la guerra de Putin desencadenó una cascada de efectos negativos», apunta.

La guerra de Putin redobla crisis ambiental

Los efectos negativos de la guerra devienen en crisis ambiental. Rusia es uno de los mayores productores de fertilizantes del mundo y el mayor exportador de petróleo. Rusia y Ucrania exportan más de una cuarta parte del trigo del mundo. El pan de miles de millones de personas..

Debido a la guerra y a las sanciones contra Rusia, la escasez y los precios de productos como trigo, cebada, aceite de girasol y maíz se han disparado. También las presiones para talar más bosques intactos y perforar en busca de petróleo, incrementar los cultivos para agronegocios y disponer de más tierras para el pastoreo de ganado.

Nia Tero, una organización que apoya a los pueblos indígenas, guardianes de estos bosques en peligro de extinción, invitó a Thomas L. Friedman a moderar un debate público de líderes indígenas que visitaban la ciudad de Nueva York para la Semana del Clima. Nia Tero mostró que los territorios indígenas salvaguardan una parte significativa de la biodiversidad del mundo. Más de un tercio de los bosques intactos de la Tierra y porciones similares de ecosistemas vitales.

El carbono almacenado en los bosques indígenas de la Amazonía, por ejemplo, tiene muchas menos probabilidades de perderse en la atmósfera que el que se encuentra en tierras privadas y otras tierras desprotegidas. Desafortunadamente, cuanto más se destruyen bosques, turberas y manglares se vuelve menos probable que nos acerquemos al objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.

La guerra deriva en más crisis ambiental

Nemonte Nenquimo ganó el Premio Ambiental Goldman en 2020 por liderar una lucha en los tribunales en nombre de las comunidades indígenas en Ecuador, uno de los 10 países con mayor biodiversidad. , La perseverancia de Nenquimo “resultó en un fallo judicial que protege 202.000 hectáreas de selva amazónica y territorio Waorani del petróleo”.

El liderazgo de Nenquimo y el juicio sentaron un precedente para los derechos indígenas en Ecuador. Ya otras tribus están siguiendo sus pasos para proteger extensiones adicionales de selva tropical de la extracción de petróleo. Sin embargo, los altos precios del petróleo que emanan de la guerra de Ucrania han ejercido una presión renovada y fortalecida sobre los bosques de la comunidad indígena. “El petróleo está en el bosque y ellos piensan que destruir nuestro hogar es la solución”, advirtió Nenquimo.

John Reid, economista sénior de Nia Tero, indicó que las perturbaciones de la oferta causadas por la guerra de Rusia contra Ucrania generan perturbaciones en la demanda en el mundo. «La codicia se dirige hacia los bosques intactos, grandes proveedores potenciales de productos agrícolas, oro, petróleo, gas y leña”, asentó.

Hindou Oumarou Ibrahim es un líder del pueblo pastoril Mbororo en Chad. «Ya es bastante malo que el lago Chad haya perdido alrededor del 90 % del agua y muchas de sus especies. Ahora la comunidad pregunta: ‘¿Por qué ha subido tanto el precio de la harina y del combustible? Rusia y Ucrania están muy lejos, ¿por qué nos duele tanto?’. No entienden cómo los impactos de una guerra en Ucrania pueden arreciar la crisis ambiental y afectar al Chad subsahariano sin salida al mar”, añadió.

En busca de sensatez y liderazgo ambiental

El conflicto que fustiga Putin potencia la crisis ambiental. “Cuando comenzó la guerra se pidió a los países africanos que eligieran un bando. Todo estábamos pensando es que necesitábamos comida. Esta guerra es un gran problema para todos nosotros. Adonde quiera que mire hay empresas chinas buscando tierras para la agricultura industrial, lo cual es un gran problema para un pueblo pastoril”, agregó Ibrahim.

“Para los pueblos indígenas, la tierra lo es todo. Es la fuente de alimento, refugio y medicina. Así como el manantial de nuestra cultura e historia. Durante innumerables generaciones hemos aprendido a vivir bien en nuestra tierra. Sabemos cómo protegerlo, cómo restaurarlo y cómo servirle como sus ingenieros y cuidadores en lugar de sus destructores”, escribió Ibrahim en The Mail & Guardian, de Sudáfrica.

Desafortunadamente, algunos líderes codiciosos, como el presidente Jair Bolsonaro de Brasil, resienten el hecho de que los pueblos indígenas controlen recursos preciosos. En el caso de Brasil, más del 13 % de su territorio, gran parte bosques intactos. Brasil compró a Rusia fertilizantes por 3.500 millones de dólares el año pasado. Un flujo ahora restringido por las sanciones occidentales.

Tan pronto como la guerra comenzó a crear escasez de fertilizantes, Bolsonaro dijo: “Esta crisis es una buena oportunidad para nosotros”. Luego pasó a aprobar una legislación que permitiría a las empresas extraer potasio de los bosques de los pueblos indígenas para que Brasil produjera más fertilizantes.

Crimen contra el planeta

En 2021, Rusia, Bielorrusia y Ucrania representaron una cuarta parte del comercio mundial de madera. Un signo de una explotación forestal excesiva. El Fondo Mundial para la Naturaleza ha señalado que antes de la guerra Ucrania mantenía importantes bosques antiguos no tocados por el impacto humano. Sin embargo, llegaron los misiles, los tanques, los bombardeos y los crímenes de guerra. La actividad militar rusa ha dañado 900 áreas naturales protegidas, aproximadamente 1,2 millones de hectáreas de Ucrania”, refiere Friedman.

Debido a la guerra y las sanciones a Rusia, otras naciones productoras y exportadoras de madera duplican su tala. Pretenden compensar el déficit y relajan sus propias protecciones ambientales. Piensan más en los ingresos de ahora que en el hambre de mañana.

The Financial Times informó que poco después de la invasión de febrero, Kiev levantó la regulación que prohibía la tala en bosques protegidos para ayudar a recaudar dinero para la guerra. Los grupos ecologistas temen que la decisión pueda conducir a pérdidas a gran escala en áreas donde ya abundaba la tala ilegal y la mala gestión de los bosques.

Friedman argumenta que durante el último medio siglo los países han dado grandes pasos para proteger el medio ambiente. Tanto la Ley de Aire Limpio de 1970 en Estados Unidos como la Constitución de Brasil de 1988 reconocen los derechos de los pueblos indígenas a controlar las tierras que han protegido durante milenios. De hecho, la tierra protegida se ha duplicado en todo el mundo desde 1990.

De repente, de la nada, sin justificación alguna, un hombre lanzó una guerra asesina en el corazón del granero del mundo y todo el progreso en normas y leyes corre el riesgo de esfumarse junto con los bosques, el agua y la biodiversidad. «La guerra de Putin no es solo un crimen contra Ucrania y la humanidad. Al exacerbar la crisis ambiental también es un crimen contra el hogar de todos: el planeta Tierra.