La prevención e incluso, el miedo por el avance del cambio climático, ha desatado el desarrollo vertiginoso de tecnologías insospechadas y de mayores precisiones científicas en busca de soluciones sostenibles. Surge una propuesta como novedosa, que en realidad no lo es, denominada ingeniería solar: un tipo de geoingeniería cuyo objetivo es enfriar el planeta ante el aumento del calentamiento global.
En esta batalla por detener la crisis climática, muchas tecnologías han sido exitosas, otras no proporcionan los resultados esperados. También hay muchas en juego que podrían ser contraproducentes con el medio ambiente. ¿Será este el caso de la ingeniería solar?
El concepto de geoingeniería se refiere a una serie de técnicas propuestas para alterar deliberadamente los ecosistemas planetarios mediante la manipulación a gran escala de los sistemas climáticos. El fin de estas tecnologías, aún en prueba, es limitar o revertir el calentamiento global con impactos en secuela para la vida en la Tierra y su seguridad.
Varios gobiernos y organizaciones internacionales han elaborado informes que defienden cautelosamente la misma idea: liberar aerosoles en la atmósfera para impedir que la luz solar llegue a la superficie de la Tierra. Detrás de la idea están la Casa Blanca, la UE, la agencia de investigación británica ARIA, la Climate Overshoot Commission y agencias de la ONU.
Parte del interés en la ingeniería solar surge por su rápida respuesta. A diferencia de otras políticas de mitigación del clima, que requieren décadas para producir resultados significativos, “la ingeniería solar o modificación de la radiación solar (SRM), ofrece la posibilidad de enfriar significativamente el planeta en una escala de tiempo de unos pocos años”, dice el informe de la Casa Blanca reseñado por el sitio en internet británico UnHerd. Inclusive, agrega, “al nivel preindustrial” según “estudios de modelos altamente idealizados”.
Ese informe es la continuación del estudio “Reflecting Sunlight” realizado en 2021 por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EE UU (NASEM). Sugería que “EE UU debería realizar con cautela investigaciones sobre geoingeniería para comprender mejor las opciones para responder al calentamiento global”.
Mark Symes, director de la agencia de investigación del Reino Unido ARIA, está de acuerdo. «A través de soluciones de ingeniería cuidadosamente consideradas, eventualmente será posible controlar activa y responsablemente el clima y el tiempo a escala regional y global».
A principios de 2022, más de 100 científicos firmaron una carta abierta pidiendo a los gobiernos que aumenten la investigación en geoingeniería solar. Los científicos señalan las grandes erupciones volcánicas históricas, que provocan la expulsión a la atmósfera de cantidades masivas de dióxido de azufre y partículas de polvo. Y las ponen como ejemplos de la eficacia de la «inyección de aerosoles estratosféricos».
Recuerdan que la erupción del Tambora (Indonesia) en 1815 enfrió la Tierra 0,7ºC y provocó un «año sin verano». Más recientemente, la erupción del Monte Pinatubo (Filipinas) en 1991, enfrió el planeta alrededor de medio grado centígrado de media durante muchos meses.
Así que, según la idea, rociando una cierta cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera, se podría reproducir los efectos de una gran erupción y enfriar la Tierra. ¿Problema resuelto?
Pues no parece tan fácil. Todos los informes reconocen que existen graves riesgos asociados a la modificación de la radiación solar, que podría afectar a la salud humana, la biodiversidad y la geopolítica. Esto se debe a que la modificación de la luz solar podría alterar los patrones climáticos globales e interrumpir el suministro de alimentos. Y, de hecho, provocar un calentamiento abrupto si la práctica se generalizara y luego se detuviera.
A pesar de estas advertencias, las investigaciones continúan sobre la geoingeniería solar para convertirla en un escudo protector ante el avance del calentamiento global.
Shuchi Talati, de la Alianza para una Deliberación Justa sobre la Geoingeniería Solar, afirmó que «el hecho de que este informe (de la Casa Blanca) exista, es probablemente el componente más importante».
Lo que importa aquí, agrega, es el contenido de estos informes que subrayan acertadamente los riesgos de tales intervenciones, y la necesidad de proceder con cautela. También lo es el hecho de que la cuestión se trate como un tema de debate legítimo, con lo que poco a poco el público se acostumbra al concepto.
Pero quizá lo más preocupante sea, comenta, es que, ahora que el genio de la geoingeniería ha salido de la botella. ¿Podemos realmente esperar que los gobiernos y las instituciones lo mantengan bajo control?
En un discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, George Soros respaldó el uso de la geoingeniería solar para combatir el calentamiento global. Jeff Bezos se asoció con el Centro Nacional de Investigación Atmosférica. Y con la organización de geoingeniería sin ánimo de lucro SilverLining, para ayudar a crear modelos que muestren qué pasaría si bloqueáramos parte de los rayos del sol.
El multimillonario de Facebook Dustin Moskovitz, cofundador de Open Philanthropy, es otro de los principales financiadores de proyectos de SRM. Y luego está, por supuesto, el siempre acechante Bill Gates. En 2021, respaldó un proyecto de atenuación solar del Programa de Investigación de Geoingeniería Solar de Harvard llamado Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica (SCoPEx). Su objetivo era rociar carbonato cálcico en la atmósfera en los cielos de Suecia para probar sus efectos sobre la dispersión de la luz solar.
El genial Julio Verne en su ilimitado imaginario anticipó una crisis del clima en Europa en sus libros ‘París en el siglo XX’, ‘El secreto de Maston’ o, ‘Sin arriba ni abajo’. En sus fascinantes textos, según la publicación BBVA Open Mind, cargaba contra la geoingeniería para cambiar el clima terrestre.
Más reciente, en 2022, se difundió otra carta abierta respaldada por científicos y académicos del mundo. El grupo lanzó un Acuerdo internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar pues consideraron que la tecnología plantea riesgos inaceptables.
Argumentaron los firmantes que “no existe un sistema capaz de controlar los programas de geoingeniería. Por lo tanto, es posible que un país o incluso un solo multimillonario con tecnología de cohetes lance un proyecto de este tipo sin ayuda de nadie. Por eso piden un acuerdo internacional sobre la renuncia a tales proyectos. Prohibiendo además la financiación y el otorgamiento de patentes para tales fines”.
La iniciativa es encabezada por Frank Biermann, del Instituto Copernicus de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos. Sostiene que se desconocen los riesgos de la geoingeniería solar en el combate del calentamiento global. Sus impactos varían para diferentes regiones, existiendo incertidumbre sobre sus efectos en los patrones climáticos, en la agricultura y la provisión de recursos básicas a nivel hídrico.
A contrapeso, los defensores de la geoingeniería tienen un discurso climático existencial. Los grupos de presión de los SRM alegan que la alternativa por muy controversial que sea siempre es mejor que la extinción planetaria.
Anote Tong, ex presidente de Kiribati, un Estado insular de baja altitud del Pacífico amenazado por la subida del nivel del mar, dijo el año pasado al New Yorker: «Tiene que ser la geoingeniería o la destrucción total».