La contaminación marina, la sobrepesca y el cambio climático son las tres principales amenazas que se ciernen sobre la salud de los océanos, pero hay más: el transporte marítimo, la pesca, el turismo y la minería son algunas de ellos y se desconoce el alcance real y su impacto en el medio marino. Son factores que se retroalimentan entre sí y que deben ser abordados de forma global por la comunidad internacional.
Actualmente, más de 500 pesquerías de todo el mundo, que desembarcan unos 12 millones de toneladas de pescado, han obtenido la certificación de MSC –el sello azul de pesca sostenible– en un mercado de productos pesqueros certificados y etiquetados cuyas ventas ascienden a 12.230 millones de euros.
La pesca sostenible implica dejar suficientes peces en el mar, evitando la sobrepesca, para que su población se pueda reproducir de forma adecuada, manteniéndose saludable y productiva. Además, debe garantizar el menor impacto ambiental en los ecosistemas y especies de la zona. En 2020, el informe SOFIA1 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reveló que un 34,2% de las pesquerías en el mundo se encuentran en un estado de explotación por encima de sus niveles de sostenibilidad.
Asimismo, este informe destaca que numerosas poblaciones de peces en muchas regiones del mundo se encuentran en un buen estado de abundancia gracias a un mejor control e inspección, y una gestión más robusta basada en las recomendaciones científicas.
Marine Stewardship Council (MSC) es una organización internacional sin ánimo de lucro que establece una serie de estándares con base científica y mundialmente reconocidos en materia de pesca sostenible y de trazabilidad de productos pesqueros.
Su sello azul y su programa de certificación reconocen y premian las prácticas pesqueras sostenibles y, además, ayudan a crear un mercado más sostenible para los productos del mar.
Se trata del único programa de certificación y ecoetiquetado de pesquerías de captura salvaje que cumple con los requisitos de mejores prácticas establecidos tanto por la FAO como por ISEAL, la asociación mundial para estándares de sostenibilidad.
MSC trabaja desde hace 25 años para combatir la sobrepesca e incentivar que pesquerías alrededor del mundo operen de manera respetuosa con el medio marino. Su sello azul es fiable y confiable, basado en la ciencia y reconocido por Naciones Unidas como indicador global para la acción frente a la pérdida de biodiversidad marina.
Es sin duda un acuerdo histórico que llega tras 10 años de negociaciones y que va a fortalecer la protección de los océanos. Las aguas internacionales, o alta mar, son aquellas que van más allá de la jurisdicción nacional, es decir de las 200 millas (370 km) que gestionan de manera exclusiva los Estados. Estas aguas cubren entre el 50-60% de los océanos y son críticas desde el punto de vista de la biodiversidad y de la adaptación al cambio climático.
El objetivo de 30×30 se había adoptado anteriormente en la Conferencia de Diversidad Biológica COP15, celebrada en diciembre 2022. El Tratado de Alta Mar se alinea con este objetivo y hará posible que esa protección se implemente en aguas internacionales.
Desde MSC, celebramos este acuerdo e instamos a que se ratifique lo antes posible y se ponga en práctica. También que se destaque el papel que pueden jugar las pesquerías sostenibles en la conservación de la biodiversidad marina en alta mar.
Efectivamente, al menos 60 Estados deben ratificar el Tratado y establecer medidas para su aplicación. Los países tendrán que evaluar el impacto medioambiental de sus actividades en aguas internacionales en caso de que estos impactos no se conozcan o puedan afectar a la biodiversidad marina. Un aspecto fundamental para la implementación y la equidad serán los mecanismos de financiación que los países van a establecer para poner en práctica el acuerdo. La Unión Europea ha anunciado, por ejemplo, 820 millones de euros para la protección de los océanos.
Son múltiples los factores que amenazan la salud de los océanos, dado que se realizan numerosas actividades en el medio marino – el transporte marítimo, la pesca, el turismo, la minería, por citar algunas– y desconocemos los impactos reales. Podemos decir que la contaminación marina, la sobrepesca y el cambio climático son las principales amenazas, todas derivadas de la acción humana. Son factores que se retroalimentan y que deben ser abordados urgentemente por la comunidad internacional.
En el caso de la sobrepesca, tenemos las herramientas para ponerle fin y lo que necesitamos es voluntad política y la colaboración entre los diferentes agentes (sector pesquero, administración, comunidad científica, sector conservacionista). Actualmente, existen numerosos ejemplos de poblaciones de peces que se han recuperado gracias a la mejora en la información científica y una gestión robusta. Es importante recalcar, además, que cuando se practica una pesca sostenible, los ecosistemas están mejor conservados y son resilientes al cambio climático.
El potencial en el uso de recursos genéticos marinos para usos farmacéuticos, alimenticios, cosméticos e industriales es enorme. Esto ha generado una gran preocupación de países con menos poder económico que no tienen capacidad para explotar estos recursos y se verán privados de sus beneficios.
El Tratado establece que los beneficios económicos derivados de esta explotación se deben distribuir de una manera justa y equitativa y ser utilizados para la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica marina. Para ello se ha establecido un comité de expertos que decidirá cómo repartir estos beneficios y el conocimiento que se desarrolle en torno a estos recursos de manera justa.
Una buena gobernanza de los océanos es fundamental para asegurar la toma de decisiones primando la ciencia y la conservación del medio marino en el largo plazo, por encima de los intereses particulares de un Estado o una empresa. En pesca, la gobernanza lleva practicándose desde los años 70 a partir de los acuerdos de pesca entre diferentes países sobre la explotación de los recursos que deben asegurar la transparencia y el mutuo beneficio. En la segunda mitad del siglo XX se crean las Organizaciones Regionales de Pesca (ORP) que establecen medidas de gestión y conservación ligadas a la pesca en alta mar.
Existen cinco ORP enfocadas en regular la gestión de especies altamente migratorias como los atunes (Atlántico, Índico, Pacífico Oriental, Pacífico Occidental y Central y Atún Rojo del Sur) en las que están representados en algunos casos cerca de 200 Estados que evalúan información científica sobre el estado de las poblaciones y toman decisiones de conservación y gestión.
Debido al enfoque multilateral de estas organizaciones, la toma de decisiones es lenta y compleja, aunque en el último año hemos visto avances importantes, por ejemplo, el establecimiento de un acuerdo de estrategia de captura robusta para el atún rojo del Atlántico y el Mediterráneo que va a ser vital para asegurar la protección de esta especie en el futuro. El nuevo Tratado de Alta Mar viene a complementar y reforzar el funcionamiento de las ORP ya que cubre áreas que nos están contempladas en las actuales organizaciones regionales de pesca.
La sobrepesca implica que el esfuerzo pesquero es demasiado intenso e impide que una población de peces se reproduzca. De mantenerse en el tiempo, puede llevar al colapso de la especie y, en el peor de los casos, a su extinción. La sobrepesca no solo afecta a la especie sobreexplotada, sino a toda la cadena trófica que depende de esa especie y empobrece la biodiversidad marina, que depende de una gran variedad de especies bien conservadas.
Además, lleva aparejada en muchos casos malas prácticas que dañan el ecosistema, riesgo de pesca ilegal e incluso vulneración de derechos humanos a bordo. Visto desde otro prisma, una pesca realizada de manera sostenible permite que las poblaciones de peces se recuperen y sean más productivas (se estima que hasta 16 millones de toneladas de pescado más al año si las pesquerías se gestionan de manera sostenible).
La pesca sostenible asegura los ingresos para las comunidades que dependen de la pesca y una capacidad mayor de proveer un alimento de alto valor nutricional como el pescado.
En los años setenta, solo un 10% de las poblaciones evaluadas estaban en niveles insostenibles, actualmente esa cifra ha aumentado al 35,4%. Para revertir esta tendencia tan preocupante hacen falta diversos mecanismos. Los estándares y certificados como MSC son una herramienta que permite medir de una manera objetiva y basada en ciencia el impacto de la actividad pesquera.
Esta herramienta se aplica de manera global, lo mismo a un barco artesanal en el Pacífico que a un gran barco industrial en el Atlántico Norte. Además de poder medir, a través del sello azul, MSC reconoce y premia las mejores prácticas, lo que resulta un incentivo muy poderoso para que más pesquerías se unan y quieran demostrar su compromiso medioambiental. Nuestro trabajo contribuye a acelerar la adopción de la pesca sostenible, y es complementario de otros mecanismos necesarios como es la regulación, la inspección y control, y múltiples iniciativas que van en la misma dirección.
Las personas que trabajamos en MSC estamos muy orgullosas de que nuestro programa sea el estándar mundial de referencia en pesca sostenible. También es muy alentador ver cómo las pesquerías año a año mejoran sus prácticas, y los estudios científicos muestran evidencias que avalan que detrás de un pescado con sello azul hay una pesca sostenible, también que cada año sean más las pesquerías que apuestan por la sostenibilidad de MSC.
Al mismo tiempo, seguimos teniendo grandes retos por delante. Nos hemos marcado como objetivo que un tercio de las pesquerías estén involucradas en nuestro programa en 2030 –actualmente es un 19%–. Esto implica seguir trabajando para involucrar a más pesquerías del sur del planeta, contribuir a mejores mecanismos de gobernanza y adaptación al cambio climático y reforzar la comunicación hacia la sociedad.
Llevamos trabajando en España desde 2011 y el balance es muy positivo. Desde el punto de vista de la producción pesquera, el equivalente al 30% de la producción española está ya certificado, 287 000 toneladas que corresponden a 526 barcos de especies como bacalao, bonito del Norte, anchoa, pulpo, atún rojo y atunes tropicales. En la parte empresarial, más de 300 empresas cuentan con la cadena de custodia (auditoría de trazabilidad que permite comprar y vender pescado) y la ciudadanía puede encontrar más de 600 productos de pescado y marisco con el sello azul.
Nuestro objetivo es apoyar a las pesquerías para que mantengan el certificado, ya que año a año deben demostrar que siguen cumpliendo con nuestro estándar y avanzar en especies muy relevantes como la merluza o el mejillón. También el Mediterráneo es un área prioritaria donde llevamos trabajando desde 2015 acompañando a diversas pesquerías para que aborden las debilidades desde el punto de vista de la sostenibilidad.
En la parte empresarial, nuestro objetivo es que las compañías desarrollen políticas de pesca sostenible ambiciosas y medibles, al tiempo que amplíen la oferta de pescado con sello azul, de manera que sea parte habitual de la cesta de la compra.
Recientemente hemos publicado una nueva versión del estándar y hemos reducido el número de indicadores a 25 que giran en torno a tres principios: estado de la población objetivo (la población que se va a pescar), impacto en el ecosistema (evaluar cómo la pesca afecta a otras especies y el hábitat) y la gestión (cumplimiento de la legalidad, toma de decisiones a nivel nacional e internacional). Estos indicadores se evalúan a partir de una auditoría externa a MSC, que es un proceso público y participativo, para asegurar que se recoge la información más completa y las visiones de los diferentes grupos de interés.
Desde luego. La sociedad es cada vez más consciente de los problemas que afectan al océano, pero no de las soluciones, y encontramos mensajes que niegan la posibilidad de que la pesca sea sostenible. Desde MSC contribuimos a que los océanos estén más presentes en la sociedad y también a que se conozcan ejemplos positivos y cercanos en los que se ha logrado aunar una actividad productiva con el cuidado de los océanos. Cuando los consumidores compran pescado con el sello MSC están siendo parte activa del movimiento de la pesca sostenible, están enviando un mensaje muy poderoso de que la sostenibilidad importa y esto, sin duda, mueve a que más empresas quieran sumarse y demostrar su compromiso.
Mares Para Siempre aúna a todas las entidades que colaboran con nuestro programa en España. El objetivo es unir fuerzas para concienciar sobre la importancia de la conservación de los océanos y el apoyo a la pesca sostenible. Este año son más de 80 aquellas que se han sumado, tanto desde el ámbito empresarial y pesquero, como organizaciones científicas, educativas, de la sostenibilidad, la gastronomía y medios de comunicación. A lo largo de una semana realizamos actividades para llegar a la sociedad con un mensaje sencillo, positivo y que invite a la acción. Y en abril, tenemos previsto diversos talleres en colaboración con la Fundación Oceanogràfic para explicar a niños de entre 5 y 15 años qué es la pesca sostenible y cómo puede aportar su grano de arena en la conservación de los océanos.
Sí, es algo ampliamente documentado en la comunidad científica. En el caso de la anchoa del Cantábrico, el caladero se tuvo que cerrar a la pesca del 2005 al 2010 debido a que la población se había reducido muy por debajo de los límites biológicos. Posteriormente se establecieron medidas de gestión robustas y esto ha permitido la recuperación de esta especie tan apreciada.
En 2015, la flota vasca junto con la cofradía de Laredo logró la certificación MSC, y actualmente son 161 barcos de País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia que forman parte del certificado. Cada año se realiza una campaña liderada por el centro tecnológico AZTI que evalúa el estado de la anchoa y los resultados de los últimos años constatan el buen estado del recurso, muy por encima de los límites biológicos.
En relación al atún rojo, hace 15 años los informes científicos mostraban un declive alarmante de esta especie en el Atlántico oriental y Mediterráneo, en este caso gracias a la presión de las ONG conservacionistas se logró reaccionar a tiempo sin necesidad de cerrar el caladero. Se redujo drásticamente el esfuerzo pesquero y esto ha permitido la recuperación de su población.
El atún rojo es una especie migratoria y las medidas de gestión se deciden en la Organización Regional de Pesca del Atlántico (ICCAT), que recientemente aprobó una estrategia de captura muy avanzada que prevé qué medidas se tomarán en caso de que se detecte que el atún rojo empieza a declinar. Este año se ha certificado la primera pesquería española de atún rojo, tres barcos artesanales de la empresa JC Mackintosh con sede en Tarifa.
El ejemplo de la anchoa y el atún rojo demuestran que los recursos marinos tienen una gran resiliencia y se recuperan cuando dejan de ejercerse presiones. No obstante, es fundamental no llegar a estas situaciones críticas y establecer reglas que permitan reaccionar rápidamente cuando se identifiquen cambios en la salud de las poblaciones.
Las vedas son mecanismos habituales en la gestión pesquera, pero el cierre de un caladero tiene graves consecuencias económicas y sociales que se pueden evitar si el esfuerzo pesquero se va adaptando a las recomendaciones científicas. También, tenemos que tener en cuenta que la pesca no es el único factor de presión, el cambio climático y la contaminación está también afectando a la supervivencia de las especies y debilitando los ecosistemas. Aunque es en la actividad pesquera donde tenemos más margen de actuación y reacción.
Está ampliamente demostrado que los alimentos acuáticos o azules (pescado, marisco y algas) son una proteína de alto valor nutricional de la que dependen más de 3.000 millones de personas en el mundo. Además, los alimentos azules tienen por lo general una huella baja de carbono y menos huella hídrica que otros alimentos, lo que permite alimentar a la población mundial con menor impacto que otras alternativas de producción terrestre.
Es lo que la FAO ha llamado la “revolución de los alimentos azules”, muy necesaria para alimentar a la población creciente. Para que el consumo de pescado sea sostenible, es importante diversificar nuestro consumo, de manera que reduzcamos la presión sobre un grupo limitado de especies, apostar por especies locales y de temporada y, por supuesto, siempre recomendamos elegir pescado con el sello azul para la pesca o marisco salvaje o el sello de ASC (Aquaculture Stewardship Council) para la acuicultura responsable.