Un amplio estudio sobre el modo de vida actual de la sociedad española, en sus aspectos más generales, resalta la cara oculta que acompaña a la suntuosidad de su población. Una de cada cuatro personas se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social en España. Mientras los niveles de eficiencia y rendimiento en los factores de producción, impactan en la salud física, emocional y mental de las personas.
Fuhem, la fundación independiente que realizó el informe, ofrece un extenso enfoque sobre “algunos de los asuntos cruciales que deberían centrar la atención de los diseñadores de políticas” que persiguen una óptima calidad de vida de las poblaciones.
El documento ausculta el modo de vida de la sociedad española a través de tres grandes ámbitos: la alimentación, la movilidad y la vivienda. Estos bloques, advierte, absorben la mayor parte del gasto de las familias y son responsables del mayor número de impactos sobre la salud, la vida social y la destrucción de los ecosistemas.
Uno de los primeros rasgos que resalta refiere que en torno al 15% de la población ocupada de España, pese a tener trabajo, se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social debido a la precarización laboral. Sostiene el documento que la multidimensionalidad y transversalidad de la desigualdad se han agudizado en las últimas décadas.
“Las diversas crisis” y “el aumento de precios de los alimentos supone un incremento del presupuesto familiar que obliga a reducir otras categorías del gasto de los hogares”. Las familias más pobres solo pueden permitirse una dieta poco variada y de menor calidad.
Santiago Álvarez, director del área ecosocial de Fuhem, presentó los resultados del I Informe Ecosocial sobre la Calidad de Vida en España. Dijo que «hay una amenaza de derrumbar lo que es una vida social civilizada».
Una amenaza que, explicó Álvarez, existe por una dinámica social que se retroalimenta: un modo de vida insostenible de la sociedad española, basado en la desigualdad y la polaridad territorial. A su vez potencia la desconexión de las personas con la naturaleza, con otras personas. E incluso con los valores más básicos que, junto a la crisis ecológica, deriva en un deterioro de la salud física, emocional y mental.
Los datos de pobreza y exclusión social en España también son compartidos por European Anti-Poverty Network (EAPN). Una plataforma que trabaja por revertir estos índices en los países miembros de la Unión Europea. Señala que la tasa de riesgo de pobreza descendió desde el 21,7 % al 20,4 % entre 2021 y 2022. Pese a la mejora, alrededor de 9.676.000 personas viven en pobreza, con ingresos inferiores a 10.088 euros anuales.
El trabajo remunerado en España presenta dos rasgos principales: carácter muy estacional y estrecho vínculo con la coyuntura económica. Con consecuencias en términos de precarización laboral: muchas modalidades de contratación atípica y horas trabajadas no pagadas.
La duración media de la vida laboral se ha incrementado por el aumento de participación de las mujeres en el mercado de trabajo y el aumento de la edad media de jubilación, detalla el informe.
Y adiciona que el trabajo no remunerado descansa principalmente en las mujeres y representa, para muchas de ellas, el desempeño de una “doble jornada”. El fenómeno de la doble jornada se amplió durante la crisis económica de 2009. Cuando estaba en la fase de superación se contrajo con las necesidades derivadas de la pandemia.
Además de la pobreza y el desempeño laboral, las tendencias que atraviesan el modo de vida en la sociedad española, incluyen los desequilibrios territoriales y la insostenibilidad ecológica. Sostiene el texto que el dinamismo económico y la población están cada vez más concentrados en el territorio. Especialmente en la costa y alrededor de grandes áreas urbanas, dejando a las zonas rurales a un futuro incierto.
Se observa una tendencia a la desvertebración territorial: zonas rurales que expulsan población y quedan especializadas en la extracción de recursos. Y el vertido de residuos contrastan con grandes zonas urbanas que atraen justamente, población y recursos.
Otro foco de atención del meganálisis de Fuhem sobre el modo de vida de la sociedad española es la insostenibilidad ambiental. Y registra un aumento de los procesos erosivos e incremento de la superficie del país en riesgo de desertificación. Así como una sobreexplotación de los ecosistemas y contaminación del aire, agua y suelo.
Los efectos del cambio climático están provocando un aumento de eventos climáticos extremos, elevación del nivel del mar y alteración de muchos ecosistemas. Una investigación de series temporales muestra que el nivel del mar aumentó a un ritmo de 1,6 milímetros por año desde 1948 hasta 1993 y a un ritmo de 2,8 milímetros/año entre 1993 y 2019, según el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), en colaboración con el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA).
En cuanto a la vivienda, destaca el informe, el alquiler experimenta un aumento significativo asociado a la precariedad de jóvenes y trabajadores que no pueden acceder a una vivienda en propiedad.
El Informe se cierra con una evaluación a partir de la siguiente pregunta: ¿Cómo afectan el modo de vida y las tendencias analizadas a la vida de las personas? Desde el punto de vista del sujeto, una vida sana y autónoma es buena, si es capaz de garantizar bienes necesarios, relaciones significativas y tiempo para la autonomía personal en un entorno social y natural seguro. ¿Entonces es bueno o no el modo de vida?
El equipo de investigadores responde a esas inquietudes: “nuestro modo de producción y consumo ha puesto la vida bajo la tiranía de la eficiencia y el rendimiento. Esto, provoca un deterioro social y ecológico que, además de erosionar las bases sociales y naturales sobre las que descansa, ocasiona graves consecuencias sobre la salud física, emocional y mental de las personas”.
Entre los síntomas del menoscabo de la vida saludable de las personas se encuentran el cansancio y el padecimiento de numerosos malestares. Eso explica, en parte, que España sea el país del mundo donde más ansiolíticos e hipnóticos se consumen por habitante, apunta el informe.
Asimismo, la limitación de la capacidad autónoma de las personas por debilitamiento de los vínculos sociales se encuentra el aumento de la soledad y el aislamiento social. Y las tendencias reseñadas de pobreza, precariedad y desigualdad antes descritas.
Las diferencias estallan, sin embargo, en una multiplicidad de estilos de vida marcados por las desigualdades de renta, de género, de etnia. Y por las preferencias culturales e identitarias de personas y grupos sociales.
El informe de la ONG argumenta que esos estilos descansan además en una misma estructura de modo de vida en la sociedad española. “A esa estructura, y no a las diferencias sociales que surgen en su seno, es a lo que hemos dedicado especial atención”, dice el documento. “Para mostrar su carácter insostenible y el alto precio que obliga a pagar en términos de calidad de vida o mejor modo de vida” en España.
No obstante, en el momento en el que se realiza esa evaluación, “resulta ineludible contemplar cómo las cargas ambientales y los costes sociales recaen de manera desigual. Afectando a las oportunidades y a las capacidades de las personas según dónde desenvuelven sus vidas. Cuál en su condición y qué posición ocupan en la estructura social y familiar”.
Luego de ese barrido por los principales ámbitos de esa sociedad, el documento manifiesta que “una sociedad no puede prosperar cuando no lo hace la mayoría de sus miembros. Cuando se atenta contra la cohesión social o se genera un ambiente adverso”.
E insiste en que este modo de vida amenaza con “derrumbar las condiciones para una vida civilizada al socavar las bases sociales y naturales sobre las que descansa la reproducción de la existencia social”.