El nombre de La Rioja trasciende las fronteras de España, por su buena comida y sus vinos de fama mundial. Ubicada al norte de la península, es paso obligado del Camino de Santiago francés, y cuna de monasterios. Pero, sin dudas, a La Rioja se le conoce por su sólida y excelsa industria vitivinícola. En los últimos años las temperaturas de la región se han alterado y, las consecuencias que supone el cambio climático para los viñedos, mantiene en alerta a los agricultores y las bodegas tradicionales.
Esta comunidad es reconocida por su producción de vinos bajo la Denominación de Origen Calificada Rioja, la más antigua de España. Sus viñedos ocupan el valle del Ebro y rodean la antigua ciudad de Haro. Allí, el festival de verano presenta la Batalla del Vino, y el Museo del Vino exhibe la historia del producto en medio de curiosos turistas y la visita de representantes del mundo vitivinícola.
Pero hoy, en los distintos eslabones de la cadena de producción y comercialización, hay preocupación pues las temperaturas mínimas en La Rioja subieron una media de 0,9 °C y las máximas, 0,7 °C.
A partir de los 35 °C, las vides comienzan a sufrir y, por ello, la vendimia se está adelantando cada vez más. “A cualquier viticultor o bodeguero que preguntes te va a responder que es cierto”, señaló Jesús Hernández al diario ABC. “Antes vendimiábamos en el Pilar y ahora libramos por esas fechas”, añadió el responsable de viticultura y medioambiente en Bodegas Montecillo. Una anormalidad que ya casi es normalidad.
“Las cinco vendimias más tempranas han sido en los últimos siete años”, precisó. El cambio climático es un componente incierto en este duro trabajo vitivinícola que compromete los procesos y la planificación de esta actividad que implica organización y esfuerzo.
Los viñedos de La Rioja, bajo esta denominación de origen, se expanden por 66.797 hectáreas en tres zonas de producción: Rioja Alta, Rioja Oriental y Rioja Alavesa. Sin embargo, comentó Jesús Hernández, en todas las zonas la preocupación es la misma: “hay mucho miedo de tormentas, de heladas, de que venga un granizo y te fastidie la cosecha”.
Estas manifestaciones del cambio climático en La Rioja, con el incremento de las temperaturas y olas de calor intensas, llevan algunos años. En 2022, la vendimia inició con un adelanto de entre 10 y 15 días respecto a lo habitual. Es una tendencia que comienza a situar al mes de agosto como el punto de partida para la recogida de uva debido a la crisis del clima.
La causa principal de este adelanto son las altas temperaturas, que aceleran la maduración de la uva. Un fenómeno que comienza a ser cada vez más regular a causa de los fenómenos climáticos más extremos.
«En las últimas décadas sí ha habido un adelanto en las fechas de vendimia de manera generalizada», dijo entonces el director general de la Federación Española del Vino (FEV), José Luis Benítez a Efe. Pero hace apenas dos años sucedió lo contrario y hubo una vendimia húmeda y muy tardía, continúa el representante de los bodegueros.
Se están presentando «años muy tempranos y otros retrasados», según el responsable del sector vitivinícola de la organización agraria COAG, Joaquín Vizcaíno. Mientras, Alejandro García-Gascó -responsable de vino de la organización agraria UPA- sostiene que «se está normalizando la vendimia a mediados de agosto, cuando era a mediados de septiembre».
Además de los adelantos y atrasos de la vendimia en La Rioja, las altas temperaturas impulsadas por el cambio climático, inciden en que la planta cumpla su ciclo vegetativo más rápido. Pero la uva no se desarrolla tanto y los racimos son más pequeños, comenta el responsable técnico del sector del vino de Asaja, José Ugarrio.
«Estos calores hacen que los azúcares se vayan haciendo antes”, agregó. “La uva no desarrolla y sale en un calibre más pequeño, lo que supone un menor rendimiento en kilos». Esto, por añadidura, incide en el tamaño de la producción y la achica. La de 2022 fue inferior a la media de los últimos 6 años de 42 millones de hectolitros.
La uva recogida a destiempo llega a las bodegas en la misma forma. Y no es el único inconveniente. “El año pasado, tras más de 15 vendimias que llevo, tuvimos que acidificar varios mostos”, confió Mercedes García. Enóloga y directora técnica de Bodegas Montecillo.
A sus bodegas, reseñó ABC, llegaron kilos y kilos de uvas graciano y tempranillo, las usadas para hacer los tintos de esta firma con más de 150 años de historia. Las vides de Montecillo, que se extienden por la Rioja Alta, sufrieron, como el resto de la denominación de origen, el año más seco y cálido desde que la Agencia Estatal de Meteorología recoge datos.
“Llegó una uva muy estresada”, resaltó García. La región sufrió una anomalía térmica de 1,8 grados con respecto a la serie histórica de referencia (1989-2010). Hasta ahora nunca había pasado de 1 grado (2017). “No hubo mucha diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas y eso no permite ‘respirar’ a la uva y se eleva su PH”, reveló.
Como respuesta al estrés, la uva tira de sus reservas de ácidos que eleva su PH y el nivel de acidez “está por los suelos. Eso implica que los vinos están desprotegidos microbiológicamente y es más posible que haya contaminación microbiana”, aseguró la directora técnica de Bodegas Montecillo. La falta de acidez está “provocando que sea más complicado hacer vinos de largo recorrido”.
Si la vendimia se ha adelantado, la graduación de los vinos ha aumentado 1,3 grados por década en el período 1992-2019, según datos del sector. “Aquí poco podemos hacer”, detalla la directora técnica de esta bodega. El cambio climático ‘emborracha’ el vino, ya que cada aumento de la temperatura eleva la graduación. “Nosotros lo solucionamos mezclando zonas más frescas con más cálidas o jugando con la maduración de las uvas”, detalló la experta. En su opinión “hay técnicas más agresivas como es la desalcoholización que se da con el vino ya terminado, pero le quita calidad”.