Las agendas de Estados y la Unión Europea son coincidentes en cuanto a los ambiciosos planes para alcanzar la descarbonización de sus economías mientras reconstruyen los sectores manufactureros frente a unos desafíos más verdes. En ese interín, sin embargo, se han ensanchado las diferencias entre Washington y Bruselas sobre las políticas climáticas y comerciales.
Si las divergencias entre estos aliados persisten y se acentúan, podrían ser incompatibles en lo que respecta a las medidas fronterizas de carbono para preservar la competitividad. Las medidas diseñadas para imponer costos adicionales a la importación de productos en función de su nivel de emisiones de carbono.
En diciembre, después de negociaciones prolongadas y dolorosas, la UE finalizó su mecanismo de ajuste fronterizo de carbono (CBAM). El bloque impondrá un arancel a las importaciones de ciertos productos como el acero y el aluminio, recoge Foreign Affairs. La tarifa se calcula en función del precio del carbono por tonelada de emisiones que pagan las empresas de los países miembros de la UE. Mientras, Estados Unidos ha propuesto el Acuerdo Global sobre Acero y Aluminio Sostenibles (GASSA). Una iniciativa en la que los países miembros podrían imponer tarifas relacionadas con las emisiones a países que no son parte.
Cualquiera de las propuestas, podría establecer el estándar internacional para el uso de aranceles para facilitar la acción climática. De modo que EE UU y la UE tienen una valiosa oportunidad de llegar a un acuerdo que permita una fuerte acción climática que fomente en todo el mundo el desarrollo económico bajo en carbono .
Si EE UU y la UE llegan a una visión compartida sobre cómo abordar los productos intensivos en emisiones de gran comercio, comenzando con el acero y el aluminio, podrían establecer una plantilla global valiosa para la descarbonización de un grupo mucho más amplio de bienes con alto contenido de carbono. Sin embargo, ambos han estado negociando casi seis meses y todavía están lejos de llegar a un acuerdo.
No llegar a un acuerdo exacerbaría las tensiones comerciales y descarrilaría el progreso para lograr los objetivos del acuerdo climático de París de 2015. El tiempo corre y la ventana para las negociaciones se viene reduciendo.
El CBAM es parte del histórico paquete climático de Europa Fit for 55, que tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del continente en un 55% por debajo de los niveles de 1990 para 2030. Y una piedra angular del plan es el Sistema de Comercio de Emisiones de la UE, que fija un límite a las emisiones de las empresas de determinados sectores. Estados Unidos, por su parte, ha tratado de aprovechar las tarifas de carbono para su propia ventaja económica y geopolítica.
El precio de los derechos de emisión aumentó de 65 a 100 euros por tonelada métrica de dióxido de carbono durante el último año. Según el CBAM, las empresas que importen bienes cubiertos por el mecanismo deberán comprar certificados cuyo valor se basará en el precio de subasta promedio semanal de los derechos de emisión del RCDE UE.
La UE eliminará gradualmente las asignaciones gratuitas que viene otorgando a los productores nacionales de rubros intensivos en carbono para compensarlos por los costos impuestos por el ETS. Simultáneamente, introduce gradualmente el CBAM, diseñado para servir tanto a fines nacionales como internacionales.
Al otro lado del Atlántico, la pieza central de los ambiciosos planes nacionales de descarbonización de Joe Biden es la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que brinda un apoyo sin precedentes a las industrias bajas en carbono y a los productores nacionales que ofrecen empleos de alta calidad.
Las preocupaciones de los países de la UE sobre las cualidades proteccionistas del IRA han dominado los titulares. Pero es casi seguro que Bruselas y Washington encontrarán una manera de vivir con los subsidios de energía limpia del otro. Europa, a través de su Ley de Industria Net Zero propuesta, puede implementar sus propios subsidios para cumplir sus ambiciosos objetivos para la fabricación nacional.
Aunque no se han hecho públicos los detalles de la propuesta, el club climático de GASSA impondría aranceles basados en la intensidad de carbono de los productos que serán más elevados para los países fuera del club. Para un país obtener la membresía, sus emisiones de su producción de acero o aluminio deben estar por debajo de un umbral predeterminado de intensidad.
El plan GASSA de aranceles fronterizos de carbono del gobierno de Biden ha ganado impulso entre republicanos y demócratas. Ambos perciben los beneficios climáticos y económicos de la reducción de las importaciones de productos intensivos en carbono, especialmente de China que representa más de la mitad de la producción mundial de acero.
Las propuestas de la UE y EE UU no son similares, aunque lo parezcan. El enfoque de Biden es crear una coalición de países y dirigir sus estrictos estándares ambientales y su influencia económica hacia la descarbonización de ciertas fuentes de emisiones industriales. Un punto conflictivo. Los países abordan las emisiones domésticas utilizando precios del carbono u otras estrategias de política. Los países podrían emplear el palo, como regulaciones y fijación de precios del carbono, o las zanahorias, como los subsidios en la IRA.
La UE está obligada a rechazar GASSA porque tiene la intención de eludir CBAM, elaborado cuidadosamente entre los estados miembros de la UE. Por su parte, EE UU se ha irritado con CBAM. No tiene una perspectiva real de aprobar una legislación que establezca un precio federal del carbono.
La falta de coordinación de ambos enfoques plantea riesgos económicos y climáticos. En el peor de los casos, el aumento de las tensiones comerciales podría conducir a un círculo vicioso de aranceles que impediría el libre flujo de productos industriales limpios.
Si no ocurre el peor de los casos, los mercados de EE UU y la UE podrían dividirse por sus diferentes enfoques sobre la política climática y comercial e imponer medidas que proporcionen pocos incentivos para que los productores extranjeros descarbonicen. La discordia transatlántica disuade a otros países de seguir el enfoque de Estados Unidos o de la UE para lograr objetivos climáticos.
Alcanzar un acuerdo que alivie las tensiones comerciales y fomente la descarbonización global requerirá un compromiso. Los aranceles CBAM no están programados para entrar en vigor hasta 2026, lo que le da a EE UU y la UE menos de tres años para maniobrar.
El camino más viable podría ser que la UE abra la puerta para que las especificaciones CBAM funcionen en conjunto con un GASSA rediseñado. El club puede comenzar con acero y aluminio, como la propuesta de GASSA, con el objetivo de ampliar la cobertura en el tiempo.