La Antártida sigue amenazada por el calentamiento global y, sus gigantescos bloques de hielo se muestran disminuidos y agrietados. Ahora, por añadidura, sus genuinos habitantes los pingüinos, presentan altas concentraciones de mercurio en sus plumas.
El continente helado, apartado y quieto, pareciera imperturbable al agitado mundo a su alrededor. Pero, esa contaminación aparentemente lejana, redunda en su territorio y lo somete.
Semanas atrás un grupo de investigadores internacionales encontró microplásticos en las heces de tres especies de pingüinos. Pero, en un estudio más reciente, científicos españoles detectaron en adición, que sus plumas presentan altas concentraciones de mercurio. Situación que preocupa por los riesgos de esa especie y de los ecosistemas oceánicos.
“Las regiones polares, símbolos de la naturaleza salvaje, han sido identificadas como sumideros potenciales de mercurio (Hg) proveniente de fuentes naturales y antropogénicas”, dice el informe publicado en Journal of Environmental Research and Public Health.
Los cambios en la cobertura de hielo que ocurren actualmente en la Antártida podrían acentuar estos fenómenos y sus impactos en la biota local, alertan los científicos. Sostienen además que las aves marinas son sensibles a este metal altamente tóxico con capacidad de biomagnificación. Es decir, la propagación sucesiva de bioconcentración de los diferentes eslabones que participan a lo largo de la cadena trófica.
Específicamente, precisan, sus plumas pueden ser útiles para la monitorización del Hg, ya que acumulan principalmente su forma más tóxica y persistente, el metil-Hg.
Los investigadores españoles recolectaron plumas del pingüino papúa (Pygoscelis papua), pungüino barbijo (P. antarcticus) y pingüinos Adelia (P. adeliae). Mediante muestreo pasivo en siete lugares diferentes de la Península Antártica. Los resultados revelaron que más del 93% de las muestras registraron niveles detectables de mercurio. Los más altos se encontraron en las plumas de pingüinos de barbijo de la isla Rey Jorge.
El estudio lo realizaron investigadores del Museo español de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC). Así como de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIS), el Instituto de Salud Carlos III y la Universidad de Murcia.
“La bioconcentración y biomagnificación de Hg parece estar ocurriendo en la red trófica antártica, dando lugar a niveles altos pero no tóxicos de mercurio en los pingüinos. Similares a los encontrados anteriormente en las aves marinas del Ártico”, señala el estudio, reseña Verde y Azul.
Los niveles de mercurio presentes en el medio ambiente han aumentado durante las últimas décadas. Debido a las emisiones directas de las actividades humanas (industria, combustión de combustibles fósiles y desechos sólidos). Y procedentes de fenómenos naturales, como la actividad volcánica y de las que se liberan en otras partes del planeta.
Este metal pesado tiene propiedades fisicoquímicas que le confieren unas características especiales desde el punto de vista medioambiental. El mercurio se transforma en metilmercurio por microorganismos presentes en ambientes acuáticos, aumentando su biodisponibilidad y toxicidad. Luego, el metilmercurio es absorbido por organismos superiores y se acumula y concentra en la cadena alimentaria.
Como consecuencia, los depredadores en los niveles altos de la cadena alimentaria pueden verse cargados con niveles de metilmercurio superiores que los que se encuentran en el agua.
El mercurio es de alta toxicidad. Se encuentra en la tercera posición en la lista de sustancias peligrosas de la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas y Enfermedades, Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (ATSDR).
Sostiene la investigación que el mercurio no solo se deposita cerca de sus fuentes de emisión. También puede transportarse a larga distancia, dando una contaminación significativa de los medios y organismos terrestres y acuáticos. Esto es un problema ambiental en regiones remotas en las que no hay emisiones de mercurio.
“Al estar en la parte alta de la cadena trófica, aves como los pingüinos son el modelo de estudio perfecto para medir la concentración de mercurio presente en la Antártida”, dice Andrés Barbosa, uno de los autores del estudio.
Las emisiones procedentes actividades humanas explicaría los altos niveles de Hg detectados en la Isla Rey Jorge. Es una de las localidades antárticas con mayor actividad humana y la más cercana a Sudamérica.
“La conservación de este lugar único en el mundo se está viendo comprometida por fenómenos como el cambio climático, o el creciente turismo. Por ello, dados los efectos dañinos del mercurio en los ecosistemas, es esencial continuar analizando su presencia en el continente”, agrega Barbosa, investigador del MNCN.
Hace apenas un mes se celebró el 30 aniversario de la firma del Protocolo de Madrid. Acuerdo complementario al Tratado Antártico, cuyo objetivo es la protección de la Antártida de la explotación minera.
A pesar de que más de 50 países se han sumado al protocolo, la salud de uno de los rincones más antiguos del planeta, clave en aspectos como la regulación de las corrientes oceánicas, sigue estando amenazada.
“La conservación de este lugar único en el mundo se está viendo comprometida por fenómenos como el cambio climático, o el creciente turismo. Por ello, dados los efectos dañinos del mercurio en los ecosistemas, es esencial continuar analizando su presencia en el continente”, dice Andrés Barbosa a la Agencia Sinc.
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