Una de las propuestas más desatinadas y absurdas sugiere que la reducción de la población mundial disminuiría el avance del cambio climático. Este postulado, que circula con desenfado en los corrillos de internet es además discriminatorio, al sugerir un cerco demográfico en las poblaciones más pobres y vulnerables. El investigador francés Emmanuel Pont acaba de publicar ¿Tenemos que reducir la población mundial para ‘salvar el planeta’? Un libro revelador, apoyado en estadísticas y opiniones científicas que discurre en el controversial tema de la población global vs crisis climática.
“Mucha gente dice que limitar el tamaño de la población es una prioridad para la sostenibilidad ambiental -escribió Pont para la publicación Medium-. Incluso se han creado varias organizaciones para apoyar este objetivo, y el debate estalla regularmente en la comunidad de mentalidad ecológica.
Añade que según algunos estudios tener un hijo es lo peor que se puede hacer por el clima. «¡Como individuo ‘verde’, ¿debe uno renunciar a tener hijos y sentirse culpable por los que ya han nacido? ¿Cómo podemos arrojar luz sobre el tema y acercarnos a una respuesta racional?», pregunta Pont.
Entre cuestiones sociales y elecciones personales, Pont “ofrece una investigación transdisciplinar que cruza la demografía, la crisis climática, la política y la ética”, señala la editorial Payot. “Nos lleva desde la historia de la población mundial hasta las incertidumbres del futuro. Pasando por el crecimiento demográfico en África. El debate sobre la superpoblación y el desafío alimentario. Los cálculos del peso de carbono de un niño o los mecanismos políticos de la crisis ecológica. Este libro trae así una mirada tanto científica como humanista sobre este tema que conduce a ideas recibidas y atajos peligrosos”.
Después de dejar los autos con gasolina, los aviones, la carne y el plástico, ¿debemos dejar de tener niños? Menuda pregunta. Esta interrogante viene planteándose de manera esporádica en los últimos años. Pero en 2017 se publicó un estudio en la revista científica Environmental Research Letters, que tenía como objetivo transmitir a los escolares las principales acciones individuales a favor del clima.
Pont explica que el texto “utiliza análisis clásicos del ciclo de vida para comparar acciones ordinarias como comprar un auto o tomar un avión. Con respecto a los niños, calcularon el legado de carbono de un niño, en base a emisiones hipotéticas a largo plazo, lo cual es cuestionable. Así, un padre es considerado responsable de la mitad de las emisiones de cada uno de sus hijos, una cuarta parte de las de sus nietos. En consecuencia, el nacimiento de un niño equivale a 60 toneladas de CO2 al año, es decir, el mismo monto que seis ‘franceses medios’, lo cual es enorme”.
Este cálculo no tiene nada que ver con un análisis del ciclo de vida, refiere el escritor. “Comparar el nacimiento de un hijo con la compra de un auto es absurdo. Tener un hijo no es una decisión de consumo del mismo orden. Este cálculo también plantea preguntas más profundas sobre el ángulo de emisión individual o social. Asignar todos los programas a la elección individual de tener un hijo evita los problemas políticos y económicos”.
Entonces Pont rehizo los cálculos sin contar las emisiones a muy largo plazo porque eso no tiene sentido. Colocó en la balanza el crecimiento de la población y los riesgos del cambio climático.
Detalla en un adelanto de sus investigaciones que “podemos considerar que las emisiones de un individuo nacido hoy serán de una tonelada de CO2 al año. Esto es 60 veces menos que el estudio de 2017, pero tampoco es despreciable”, sostiene. Además, este promedio puede reducirse o aumentarse según las opciones de estilo de vida. Pero los niños son más que simples huellas de carbono. También podemos esperar que hagan bien a la humanidad”.
¿Esto plantea la cuestión de la presión sobre los límites planetarios? Sí, es la respuesta de Pont. “Los individuos tienen, por ejemplo, un peso sobre la biodiversidad que se puede reducir más o menos fácilmente. Este peso está íntimamente ligado al sistema alimentario y, en particular, al consumo de carne. La humanidad utiliza la mitad de la superficie terrestre habitable para la alimentación, tres cuartas partes de la cual se dedica a la ganadería. Si mañana tuviéramos ‘la posibilidad’ de hacer a todos vegetarianos, de repente dividiríamos las áreas cultivadas por cuatro. Mientras que si introducimos al hijo único, tenemos que esperar hasta el 2100 para dividir la población por dos. Es una palanca extremadamente lenta y dada la emergencia ecológica claramente no es lo que nos ayudará hoy. Entonces, para salvar el planeta, no debemos dejar de tener hijos”.
La idea del aumento de la población y el agravamiento del cambio climático ”no es del todo infundada”, apunta sin desdecirse. “Si somos menos, necesariamente es más fácil hacer que la humanidad sea más sostenible. Pero la diferencia sería pequeña, y esta visión plantea cuestiones políticas delicadas. Hemos heredado una larga ideología dominante, donde se consideraba normal controlar los nacimientos de las ‘razas inferiores’, los discapacitados… Eugenesia.
Pont recuerda a Paul Ehrlich y su libro más vendido ‘La bomba P’. Básicamente dice que no tendremos suficiente para alimentar a todos. Que mucha gente morirá de hambre y que debemos esterilizar en masa o dejar morir de hambre a los más pobres. Esta idea se usa fácilmente para justificar las peores cosas. Por ejemplo, los asesinatos se inspiran regularmente en este tipo de ideología”.
Cuando la mayoría de las personas mencionan la población y el cambio climático, dan a entender que “si esa buena gente en África o India pudiera quedarse en la pobreza y dejar de multiplicarse, podríamos seguir contaminando como si nada hubiera pasado. Al menos eso es lo que sugieren la mayoría de las ilustraciones sobre el tema. Hemos demostrado cuán equivocado es este sentimiento”.
En su opinión “la gran mayoría de la carga ecológica de la humanidad proviene de los países ricos con baja fertilidad, por lo que el cambio demográfico en los países pobres no hará mucha diferencia. Incluso si ellos mismos tienen que ganar acelerando su transición. En cualquier caso, la población tiene demasiada inercia para cambiar con la suficiente fuerza y rapidez como para marcar la diferencia: la urgencia es 2050. Hemos calculado que el principal margen de maniobra estará solo en el estilo de vida y el sistema económico, que tendrá que cambiar profundamente de todos modos. Como individuo, tener hijos no es neutral, pero puede ser una carga ecológica limitada si se vive de manera sostenible”.
Espero, puntualiza el investigador francés, que este artículo “ayude a eliminar los muchos malentendidos que uno lee regularmente sobre el tema. Los números a veces ‘mienten’, los cálculos numéricamente correctos pueden presentar lo contrario de la realidad. Especialmente los promedios que agrupan situaciones muy diferentes. Incluso la “ciencia” puede ser engañosa”, advierte.