Uno de los tipos de contaminación que más preocupa a nivel ambiental es la producida por los desechos plásticos que van a los ríos y al mar. Estamos inmersos en un mar de plástico. Un problema de salud de enorme calado. El Foro Económico Mundial asegura que sin una solución radical, en 27 años habrá más plástico que peces en el mar.
Contaminar es introducir componentes o agentes nocivos, sean físicos, químicos o biológicos, en un medio y dañar su sistema ecológico. En el caso contaminación marina abarca desde la costa hasta aguas profundas. Durante milenios, a estas grandes masas de agua la humanidad le ha atribuido de manera errónea una capacidad infinita de absorber o asimilar los contaminantes, en general desechos humanos. Mares y océanos de todo el mundo han devenido en vertederos en los que se arrojan aguas sin depurar, bidones de crudo enormemente tóxicos o plástico en toda su variedad. Millones de toneladas botellas, bolsas, anillos, redes de pesca extraviadas o abandonadas. Macro y microplásticos, desde décimas de milímetros hasta varios metros.
Más del 80 % de los desechos marinos son plásticos. Una de la grande manchas de basura, la localizada en el centro del océano Pacífico Norte, entre California y Hawái, abarca más de 1,6 millones de km2, el equivalente a casi 3 veces el tamaño de Francia, y sigue aumentado exponencialmente. La otras islas de gran tamaño son la del Atlántico Norte y la del Océano Índico pero también hay cientos de pequeñas que son igualmente dañinas.
Una investigación periodística de The Revelator, afirma la contaminación marina con plástico era conocido por los científicos desde la década de los setenta, pero no se había difundido hasta hace poco en los medios de comunicación. El costo de este “silencio” es importante. Desde que se publicó por primera vez la investigación científica sobre la contaminación por plásticos, miles de millones de toneladas métricas de residuos plásticos ido a los vertederos. Se han acumulado en los ecosistemas terrestres y marinos, y en los cuerpos de innumerables personas y animales.
Que los científicos supieran en los años setenta que la contaminación por plásticos era un problema creciente plantea dos interrogantes: ¿Por qué se ignoraron sus advertencias? y ¿Cómo sería el mundo si se hubiera escuchado a los investigadores antes?
Un artículo publicado en 1972 en la revista International Journal of Environmental Studies identificaba el fenómeno de los envases de plástico de consumo que llegaban a costas aisladas como un problema ecológico. Escrito por Gerald Scott, químico de la Universidad de Aston, el artículo se refería a la lenta biodegradación del plástico en el medio marino y subrayaba la «necesidad de acelerar este proceso» para evitar los daños ecológicos.
El mismo año, el científico Edward J. Carpenter, ahora profesor en la Universidad Estatal de San Francisco, fue el primero en publicar advertencias sobre lo que con el tiempo se conocería como «microplásticos». Mientras trabajaba como investigador en la Woods Hole Oceanographic Institution, Carpenter publicó dos artículos históricos. Describía «partículas de plástico» en el mar de los Sargazos y en aguas del sur de Nueva Inglaterra se encontraron dentro de varios peces capturados esferas de plástico utilizadas para la producción de plásticos (llamadas nurdles)
En la actualidad de estima que más del 90% de las aves marinas han comido plástico en algún momento de su vida. Mientras, crece el volumen de este material que se acumula en todos los océanos y mares.
El problema básico del plástico es que no se descompone totalmente. Se rompe en pequeños trozos que pueden ser ingeridos por la fauna marina y los seres humanos. Las consecuencias son negativas para la salud. Las toxinas, que el plástico puede contiene o absorbe, pueden ser mortales. Stephen I. Rothstein, unos de los primeros investigadores de la contaminación por plásticos, afirmaba en 1973 que «las partículas de plástico consumidas podían liberar cantidades de PCB suficientes para afectar a las aves marinas».
Diez años después, en 1984, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, convocó a los principales científicos marinos del mundo para debatir sobre la contaminación plástica y si desechos marinos como los aparejos de pesca perdidos y abandonados «eran un problema que merecía atención». Los científicos presentes en la conferencia manifestaron que el plástico se estaba acumulando en el medio natural y pidieron más investigación para comprender mejor lo que era un problema creciente. También hicieron la primera llamada a la acción legal para detener la contaminación desde los barcos.
A principios de la década de los años ochenta, los fabricantes de plástico seguían vendiendo a los consumidores la utilidad de las bolsas de plástico y de otros productos de un solo uso. No reconocían ni aceptaban que estaban dañando el medioambiente, sino que pretendieron demostrar lo contrario alabando la capacidad del plástico para ser reutilizado y reciclado. Un reportaje del New York Times publicado unos años antes debatía venalmente si los consumidores preferirían bolsas de plástico o de papel, dado el empuje de la industria para introducirlas en las tiendas de comestibles de todo el mundo, sin mencionar las consecuencias medioambientales.
«Las bolsas de plástico pueden reutilizarse de más de 17 formas distintas, como envolver alimentos congelados, servir de cortavientos para corredores o como bolsa de playa», declaró en 1986 a Los Angeles Times el Plastic Grocery Sack Council (Consejo de Bolsas de Plástico), respaldado por la industria. A pesar de este énfasis en el reciclaje, investigaciones recientes revelan que apenas se recicla el 9% de los plásticos fabricados y que la gran mayoría acaba en vertederos, en la naturaleza y finalmente en el mar. La industria se ha defendido agresivamente, manipulando la percepción pública y atacando a los científicos que los considera una amenaza para su negocio.
«Por los dos artículos publicados en Science, la Sociedad de la Industria del Plástico envió dos veces a su representante a Woods Hole, básicamente para intimidarme. No me dieron la titularidad en la Institución Oceanográfica Woods Hole. Creo que los artículos sobre plásticos perjudicaron mi carrera», afirma Carpenter, el primer investigador sobre plásticos.
La industria del plástico ha seguido las mismas maniobras predecibles que otras empresas engañosas: bombardear a los científicos que se manifiestan con resultados u opiniones inconvenientes; desviar la atención de las recomendaciones científicas (reducir el uso del plástico) e intentar enérgicamente bloquear políticas desfavorables (prohibición del plástico), entre otras estrategias.
El silenciamiento de la investigación y la formación de la mentalidad de los consumidores en torno a los residuos no fueron las únicas estrategias de la industria del plástico. Los medios de comunicación también desempeñaron un papel en la contaminación global por plástico. Primero, lo pasó por alto ,y luego lo puso en el primer plano de la conciencia mundial, quizás demasiado tarde.
Organizaciones sin ánimo de lucro como 5 Gyres vienen impulsando un programa de concienciación pública, responsabilidad corporativa y el modelo de economía circular. El objetivo es reducir al mínimo los residuos y maximizar el uso de los materiales. Las ONG también ha impulsado una oleada de políticas municipales y nacionales destinadas a reducir el uso de artículos de plástico. Recientemente se ha impuesto la idea de que la mejor manera que la gente deje de usar artículos de plástico es cobrando una tasa por su uso o prohibiéndolo directamente. La industria ha luchado activamente contra la aprobación de leyes sobre esta materia. Sigue vendiendo sus productos y promoviendo el reciclaje como el mejor método para reducir los residuos y la basura.
Una muestra de esta «visión de túnel» es la respuesta que le envió la Asociación de la Industria del Plástico a The Revelator. La asociación sostiene que los plásticos no recogidos no pertenecen al medio natural. «Nos asociamos con otras organizaciones no gubernamentales y gubernamentales para reforzar los sistemas de recuperación y evitar la pérdida de plástico en el medioambiente. La industria debe formar parte de la solución. Fomentamos la educación y pedimos que se mejore nuestra infraestructura de reciclado para fomentar nuevos mercados finales para los plásticos».
Los expertos han repetido hasta el cansancio que los rediseños de productos e infraestructuras no resuelven el problema. Los plásticos oceánicos son un síntoma de una mala gestión de los residuos y de un mal diseño de los productos. Los consumidores tiran la basura y se ha perpetuado viejas narrativas. La contaminación la causan los consumidores, no quienes envuelven en plástico productos que pueden vender sueltos. Hay que luchar intensamente por la regulación de productos y envases. Si se hubiese escuchado a los científicos hace medio siglo, no habríamos llegado a este punto crítico.