Si hay un sector donde la sostenibilidad se ha manifestado mucho antes de que las consecuencias del cambio climático se reflejaran en fenómenos meteorológicos extremos y catástrofes, es la viticultura y la enología. En Bodegas Protos, emblema de la Ribera del Duero y una de las marcas españolas con mayor penetración internacional, aman la naturaleza desde sus orígenes.
Carlos Villar Bada, su director general desde 2009, ha aportado a este sentimiento de respeto y admiración por la tierra, su pasión por las cosas bien hechas, con perspectiva y visión de futuro. Para ello, compite con humildad y determinación, sabiendo que el factor tiempo se alía con los que perseveran para lograr el éxito.
Bodegas Protos se sostiene sobre la calidad y la marca, dos pilares que han condicionado desde hace casi un siglo el equilibrio necesario entre el terroir y la tecnología, inspirando vinos que hoy son referencia de un sector que se esfuerza por conservar la armonía entre el legado y la tradición y la innovación tecnológica que ha llevado la inteligencia artificial al campo y a todo el proceso de producción
El Centro de Alta Tecnología de la Elaboración en Anguix (Burgos), inaugurado en 2019, supone para Protos el epicentro de su elaboración. Cuenta con las últimas y mejores tecnologías vinícolas; la posibilidad de elaborar mejor, mimando la uva desde su entrada, trabajando más eficientemente y ofreciendo el mejor servicio posible a los viticultores.
Con el objetivo de seguir dotando al crecimiento experimentado por la bodega en los últimos años de un componente cualitativo indispensable en la elaboración de vinos de alta gama como es la crianza adecua da en botella, junto a la bodega diseñada por el prestigioso arquitecto Richard Rogers, Premio Priztker en 2008, se ha construido un nuevo centro logístico que supone una ambiciosa ampliación de 22.000 metros cuadrados.
El diseño presenta una propuesta integradora con el medioambiente, con un edificio semienterrado que conecta con la bodega actual de Rogers y la bodega subterránea de crianza a través de dos túneles y una red de tuberías subterráneas para transportar el vino, que evita así el movimiento de camiones y ahorra costes, cerrando así el círculo con el lanzamiento de la “Ciudad Subterránea Protos”, un complejo entramado que vincula todos los centros de elaboración y crianza de la marca en Peñafiel donde las facilidades y eficiencias a la hora de trabajar están aseguradas.
El responsable de este crecimiento espectacular, y de que la marca sea una referencia global en todos los mercados, es Carlos Villar Bada (Valladolid, 1972), un hombre apasionado que proyecta su amor por la vida en todo lo que hace. Perteneciente a la cuarta generación de una familia bodeguera, está vinculado al mundo del vino desde su nacimiento. Es más, recuerda perfectamente el olor del vino, incluso más que a las personas.
Es consciente de que hoy la naturaleza nos apremia a que las decisiones en materia de sostenibilidad sean mucho más rápidas y mucho más contundentes. “La apuesta de la bodega por la sostenibilidad tiene una doble lectura –explica–, el compromiso con nuestros consumidores y con la sociedad en general, y, por otro lado, con la naturaleza. Si no cuidamos de ella, nuestro principal pilar, que es el viñedo, sufrirá consecuencias difíciles de reparar”.
Protos lleva tiempo apostando por la sostenibilidad en diversas áreas, tanto en el campo, convirtiendo todo su viñedo de Ribera del Duero en ecológico, por lo que en un futuro cercano todos los vinos tintos de Protos gozarán de dicha certificación; también a nivel de elaboración. En septiembre de 2019 finalizó la construcción de su nueva bodega de elaboración y centro logístico cuya infraestructura está cimentada en prácticas sostenibles, siendo una bodega prácticamente autosuficiente en cuanto a los recursos energéticos utilizados para la crianza y el almacenamiento del vino. Esto se suma a la implantación de placas fotovoltaicas para el autoconsumo de energía.
Como empresario, trabaja para generar riqueza, no solo beneficio para los accionistas de la compañía que dirige y creación de puestos de trabajo, sino también para la comunidad donde desarrolla su actividad porque hay que devolver a la sociedad todo lo que se ha recibido de ella. Tiene presente el problema de la despoblación y prioriza las iniciativas encaminadas a revertir la situación de la España vaciada. Como viticultor y bodeguero aspira a la mayor calidad para ofrecer al consumidor el mejor vino, conservar el legado de sus ancestros e impulsar la innovación para lograr grandes vinos de guarda.
Aunque la tecnología y la digitalización hacen más eficiente y sostenible el proceso de producción, el director general de Bodegas Protos entiende que la inteligencia artificial puede aprender más rápido, pero no tiene sentimientos. La creatividad y la pasión de las personas es difícil de emular.
Creo que sin pasión es muy difícil hacer bien las cosas. Definimos el trabajo como una actividad remunerada, si no sería un hobby. No tengo ningún otro trabajo que me guste más que lo que estoy haciendo. Soy bisnieto de un fundador de bodegas, no de Protos, sino de una empresa familiar. He vivido este mundo desde siempre. Recuerdo perfectamente el olor del vino, incluso más que a las personas. Todas estas vivencias y recuerdos han propiciado que lo que hago sea lo que me gusta. También tuve la suerte de acabar en Protos, que es una compañía idónea para desarrollarte personal y profesionalmente. Todo esto ha posibilitado que haya crecido tan rápido y que haya proyectado este espíritu en la empresa.
Sin duda. Cuando te gusta tu trabajo no miras alrededor todo el tiempo y haces cosas que no harías simplemente por un trabajo. No soy accionista de la bodega que represento. Soy un trabajador por cuenta ajena y me siento partícipe de todos los éxitos de la firma: soy feliz cuando culmino operaciones importantes o, simplemente, cuando la empresa es mejor, tanto corporativamente como desde la perspectiva humana. Esto ocurre porque realmente lo quieres, si no se reduciría simplemente a una transacción económica pura y dura. No obstante, la transacción económica pura y dura no suele funcionar.
Tuve un profesor de recursos humanos que decía que las personas somos como los pájaros y tenemos dos alas: un ala corresponde a nuestra retribución, lo que nos pagan por nuestro trabajo, que es un aspecto importante, y, la otra, corresponde a la parte por la que sientes que lo que haces está bien, que vale para algo, que obtienes un reconocimiento por tu trabajo. Entonces, sin una de las dos alas no puedes volar. Es una buena analogía que expresa que no hace falta solo dinero, sino muchas más cosas.
Lo primero que me di cuenta es que había que ser más humilde. Trabajando en una gran empresa, muy conocida en España, cuando empecé a salir fuera comprobé que España no era relevante en el mundo del vino: la denominación Ribera del Duero no se conocía, y Protos, tampoco. Los resultados nunca vienen dados, hace falta trabajo y humildad para hacer las cosas bien. Partir desde abajo quizás te hace más fuerte porque necesitas mucho tiempo para desarrollarte, tener criterio y, además, debes querer lo que haces. De todas formas, hay que ser inteligente en la forma de trabajar.
Para mí lo importante era dedicar un porcentaje de mi esfuerzo y de mi tiempo a lo que me daba de comer ese día, ya que en caso contrario me echarían de la empresa por no vender, pero asimismo era muy importante pensar en el futuro, que es lo que tenemos que hacer todos los días los que desempeñamos puestos de dirección, es decir, pensar en el futuro más que vivir en el presente.
Por eso, entendí que era muy importante pensar en los países potenciales, en qué es lo que iba a funcionar para todos en el futuro. A eso dedicaba gran parte del tiempo y, además, a hacer marca a escala internacional porque el mundo está globalizado, la gente viaja mucho y que te vean en todos los sitios es un síntoma de confianza.
Viajaba a unos 25 países cada año. La que más sufre es tu familia, pues es a la que menos ves. Es verdad que hay países donde tenemos reconocimiento y suelen coincidir con aquellas naciones que tienen origen hispano porque España dejó allí su impronta o ha invertido después o, simplemente, hay españoles residiendo y viviendo allí.
En los países latinos, por un lado, se observa esa relación de amor-odio que siempre existe con España, aunque desde mi punto de vista es mucho más amor que odio: siempre que he estado en un país hispanohablante me he sentido querido. En este caso, como se parte de una buena base, hay un gran potencial. Luego están los países potencialmente importantes. Sabemos que la economía mueve el mundo.
En esos países tienes que trabajar muy duro porque la competencia es muy alta. Nadie es tonto, todos van al mismo sitio. Quizás esto último no es lo más inteligente. Quedan muchas plazas por descubrir, aunque tengan menos rentabilidad o menos venta futura, también tienen menos conflictividad. La marca es confianza. Si consigues que tu marca para el consumidor sea un sinónimo de confianza, lo tienes hecho porque sabes que te quiere por lo que eres, por lo que ha vivido contigo y por lo que quiere seguir viviendo.
Tiempo (risas). El factor tiempo es muy importante, sobre todo para hacer bien las cosas. En el mundo del vino lo sabemos muy bien, todas las decisiones que tomamos nunca son a corto plazo. Esto lo vemos sobre todo en los tintos: cuando tenemos una cosecha, ese vino se comercializa cinco o siete años después. Mientras tanto, puede pasar de todo, que vengan los marcianos (risas) o que se produzca una pandemia. Tenemos que abstraernos de la realidad actual y pensar qué es lo que queremos ofrecer. La calidad es importante, tanto como el tiempo para convencer a la gente de que tu marca merece su confianza. Ribera del Duero es muy joven y tiene mucho camino por recorrer.
Esta es quizás la pregunta más fácil que me han hecho (risas). Sí, es cierto. Protos nace hace 96 años fundamentado en dos valores clave: se juntan once viticultores y quieren hacer un producto muy cualitativo, criado en barrica, embotellado –en esa época, España era una zona de vino a granel y poco cualitativa–. Pretendían que fuera un producto marquista. Se preocupan de presentarse a concursos internacionales cuando, en los años veinte, tenías que ir con tu botella, coger un tren y luego llegar en burro a tu destino. El éxito de Protos y de su gestión se basa en estos pilares y en no perder el rumbo: lo más importante es la calidad y la marca. Ahora lo hacemos con más información y tecnología, con más medios, pero los principios son los mismos.
De la mano de un equipo de personas que, bajo esos pilares, acaban tomando decisiones. La bodega comenzó en 1927 dentro del pueblo, bueno, en realidad, fuera del pueblo, lo que ocurre es que este creció. En aquella época no había humidificadores ni equipos de aire acondicionado, por lo que si querías hacer un vino de calidad tenía que ser bajo tierra. De hecho, casi todas las bodegas que tienen más de 50 años tienen calados subterráneos.
A partir de ahí fuimos creciendo. Hoy son dos kilómetros de galerías subterráneas debajo del castillo que quisimos conectar con la vanguardia. El vino funciona cuando manejas muy bien el equilibrio entre tradición, el saber hacer, el legado de tus antepasados y la vanguardia, y atender las necesidades actuales. Si conjugas bien estos dos modos de ver el negocio, es muy probable que te vaya bien. Y todo ello bajo el prisma de devolver a la sociedad lo que te ha dado y también de ser líder en sostenibilidad para que dure muchos más años. Al final, no somos empresas que nacemos, sacamos el rendimiento y nos morimos. Después de 96 años, pretendemos vivir por lo menos otros cien.
En Protos abordamos la tecnología en función de las personas y de los objetivos en cuanto a calidad y marca. Hoy, si no eres capaz de usar la tecnología, te vas a quedar atrás, no serás competitivo. Y, de ahí, todos los procesos, desde el campo hasta la comercialización. El vinidron que comentas es muy novedoso. Es un dron que tiene muchos sensores. No solo captura los datos para pasarlos a las personas, interpretarlos y adoptar decisiones, sino que además tiene inteligencia artificial, es semiautónomo y llega a aprender sobre lo que va haciendo. Esta tecnología nos ayuda a ser mucho más eficientes porque no hay que estar continuamente programándolo: él mismo aprende, se autocorrige y nos alerta incluso sobre situaciones que no estaban previstas en su programación.
En efecto. No obstante, creo que nunca va a ser comparable al factor humano. La máquina puede aprender, y mucho más rápido que nosotros, pero la creatividad y la pasión de una persona es difícil de emular. La máquina no tiene sentimientos. Por eso, tiene que estar al servicio de las personas para hacer las cosas mejor.
Esperemos que así sea, aunque cada vez es más difícil encontrar mano de obra que quiera trabajar en el campo. Para nosotros, es importante porque es una manera de mantener a personas trabajando en el ámbito rural y que cuiden el entorno. Las nuevas generaciones huyen del campo. Es preciso ofrecerles una vida, un buen puesto de trabajo, una buena remuneración para que por lo menos sea atractivo quedarse en casa de sus ancestros.
Además de que nos da todo, realmente muchas de las decisiones que hemos ido tomando siempre se han basado en la sostenibilidad. Si miramos hacia atrás, casi todas nuestras bodegas, por ejemplo, están excavadas bajo tierra y eso tiene que ver con la eficiencia energética. Es más caro construirlas así, pero si vas a tener mucho tiempo de uso, resulta rentable. La naturaleza nos está apremiando a que las decisiones sean mucho más rápidas y mucho más contundentes. Todo está cambiando y no vale hacer guiños: hay que comprometerse en serio. ¿Cuál es el problema? Pues que todo esto se tiene que reflejar de una u otra manera en la parte económica y ahí surgen las dificultades. A fin de cuentas, necesitamos un planeta para vivir. Hay que mirar en consecuencia al medio y largo plazo.
El clima es un factor determinante para la calidad de los vinos. Nosotros empezamos invirtiendo en Valladolid, que es la parte más occidental de la Ribera del Duero, quizás también la más conocida, y hemos venido observando históricamente los efectos del cambio climático que ocasionan más problemas de olas de calor, de sequía y de fenómenos meteorológicos extremos, sobre todo en las áreas más occidentales. En los años 80 nos dirigimos a la provincia de Burgos, que es una zona más fresca y está a mayor altitud. Hoy día, dos tercios de la producción de Protos procede de Burgos.
Bueno, en realidad empezamos a ir a Burgos hace 40 años. Hoy se habla más del cambio climático y de las decisiones que debes tomar, pero, en resumidas cuentas, todos hemos ido trasladándonos hacia zonas donde la viticultura se desarrolla mejor. Es cierto que esto no es un libro donde esté escrito que va a llover o que viene un periodo de sequía. Desde mi punto de vista, el problema del cambio climático tiene que ver más con el hecho de que el clima está errático.
Hace un mes hablábamos de la peor sequía de la historia y llevamos semanas con lluvias. Lo que sí tenemos claro es que la temperatura global está subiendo y que el clima está errático: llueve cuando no tiene que llover, hace frío o calor de forma más intensa que antes. Esto nos obliga a ir tomando medidas. A nivel cualitativo, tenemos claro que tenemos que ir a viñedos de altura, a más de mil metros de altitud, aunque, por ejemplo, este año no va a ser mejor porque en esa zona ha caído pedriza, ha helado, etc. ¿Qué tiene entonces de bueno tener viñedos en Soria, Burgos o Valladolid? Diversificación, y si un año viene más caliente puedes ir a un sitio o a otro.
Exacto.
Evidentemente.
En primer lugar, se trata de un tema de conciencia personal. La certificación de vinos ecológicos está muy bien pensada, sobre todo por el compromiso. Un operador no puede poner ciertos viñedos como ecológicos y otros no, no puede quedar bien de cara al público poniendo solo dos parcelas y el resto explotarlas como convencional.
Eso es. Lo que dice la ley es que, si quieres ser ecológico, todos los viñedos de tu propiedad tienen que ser ecológicos. Nuestra bodega de Ribera del Duero, la matriz, todos los viñedos que tiene y los que pueda comprar tienen que ser ecológicos. De por sí supone una decisión importante.
Protos se aprovisiona de uva dando prioridad a los viñedos de cercanía, tanto por la calidad de la uva cultivada en estos suelos como por la calidad que otorga a la elaboración de los vinos el que la uva se transporte rápidamente a la bodega.
Primero tienes que estar tres años sin utilizar herbicidas ni fitosanitarios que no sean ecológicos. Asimismo, hay que evitar todo lo que sea residual para que esos residuos no se trasladen del suelo a la planta y a la uva y, por lo tanto, a los vinos. Por eso, tienes que estar tres años y, tras ese periodo, en la analítica del producto no pueden aparecer trazas de ningún producto sistémico que esté prohibido utilizar.
Es algo muy serio. Para las empresas, supone un gasto mayor pues, al no poder utilizar productos más eficientes, tenemos que hacer más fases de arado para quitar las malas hierbas. Por hacer una analogía, es como la medicina que todos conocemos, la de los medicamentos, y la homeopatía o la medicina natural.
Es decir, ¿te puedes curar con homeopatía o medicina natural? Sí, pero como tengas algo grave. Tenemos que tratar muy bien el terreno para no necesitar tratamientos que no están permitidos por la certificación ecológica. Conlleva un gasto mayor, pero también una conciencia y un cuidado mejor de la tierra.
Está claro. Lo que ocurre es que hoy el consumidor de vino fundamentalmente lo que quiere es catar un buen vino. También es cierto que los productos ecológicos anteriormente eran peores que los convencionales. Hoy existen bodegas que hacen grandes productos ecológicos.
A mí me parece bien que primero elijan mi vino por calidad, pero que también se sepa que es un vino ecológico. Además, el organismo que certifica también vigila que se cumplan otros parámetros como que se reduzcan los residuos o que se gestione bien el agua, autoconsumo con energías limpias, economía circular, etc.
Los éxitos a largo plazo con inmediatez son imposibles. Los mayores éxitos se producen haciendo bien las cosas durante mucho tiempo, sobre todo por lo que he comentado de la confianza. No solo el producto genera confianza, también las personas, los entornos. Y eso solo se gana con el tiempo. Es cierto que estamos en el momento de la inmediatez, pero las grandes cosas nunca se hacen rápido. Podemos obtener rendimientos rápidos, pero todo es de usar y tirar.
Una parte importante de la sostenibilidad es la concienciación y la educación porque, si no somos capaces de entenderlo y creérnoslo, no lo vamos a poner en práctica. Tenemos una obligación con nuestros hijos y con nuestro entorno de que esta información llegue para que la gente decida qué es lo que quiere y que no sea solo porque está de moda decir que eres sostenible.
Gracias a vosotros.